Pido la Palabra: ¿Cansado de comer “patria”?

Por Antonio José Monagas…

¿Con qué o cómo se come (o se aguanta) tanta bazofia teórico-política?

Cuando un discurso político se confunde con una retahíla de estupideces y majaderías, es porque quien lo expresa pregona su analfabetismo político. Es así, aunque lo disimule escondiéndose detrás de una retórica infundada o recargada. Pero también, es porque el contexto de la arenga no tiene correspondencia alguna con la aspereza en la que subsisten las realidades aludidas a través de una palabra mal destinada.

La palabrería que se estila en tiempos de dictadura, es la apología de todo cuanto es posible fantasear. Así transcurre con cada discurso. O sea, paseándose de morisqueta en morisqueta. Y así sucede, tal cual. Eso luce innegable pues en dictadura todo se vale. Más cuando busca tener cabida cualquier felonía o alevosía que encaje perfectamente con el tamaño de la demagogia de la cual se vale la susodicha autoridad para imponer la represión azuzada. Tan igual, como para gravar decisiones que sólo conducen a alcanzar la situación que desde el poder, con solapada hipocresía, se impugna desde el ámbito de las libertades.

Tanta impudicia incitada desde la cúpula del poder político, no es sólo porque se acude a criterios tan pueriles como degradantes para manipular poblaciones ilusas, furibundas, incultas y cicateras. Sino además, porque los personajes que desde el terreno de una encorvada política se arrogan atributos y condiciones de  actores políticos, se prestan  para sembrar la intriga más acabada posible. Siempre, con el ruin propósito de abatir, cual cobarde emboscada, expectativas de vida propias. Valiéndose para ello, de causas populistas y sectarias.

En el curso de tan pusilánimes objetivos, se recurre a conceptos cuya relatividad dialéctica y riqueza semántica, permite un manejo usurero (y hasta usurpador) del concepto en cuestión. Términos como el de “soberanía”, “democracia”, “justicia” y “pueblo”. Así como el de “revolución” o el de “patria”, permiten -en el ejercicio de la política- maquinar decisiones enfiladas al propósito de “arrimar la brasa a su sartén”. También podría decirse: “arrimar el ascua a su sardina” para significar la ocasional necesidad de “aprovechar para lo que le interesa o importa, la ocasión o coyuntura que se le ofrece”. Así lo explica el Diccionario de la Real Academia Española.

Pero de aprovecharse aquel aforismo utilizado en política según el cual “lo que es igual, no es ventaja”, la política codiciosa se vale de cuanta interposición pueda con el avaro fin de restarle espacio al otro. De esa manera, la contienda política busca ganar el mayor terreno posible sin que su búsqueda se traduzca en comedir y conciliar las ganancias obtenidas. Eso da cuenta de que en política, quien primero se hace del botín, es quien puede asirse del mayor poder cual disputa “callejera”. O sea, sin medir consecuencia alguna pues el objetivo inmediato es coronar la cima más alta.

Asociado a este tipo de práctica política, se halla la inminencia de hacer que desencuentros de esta naturaleza se conviertan en referente no para crecer y potenciar capacidades nacionales, regionales y locales. Sino para detentarlo como retrógrado criterio de poder político. De esa forma, imponerse en la coyuntura a desdén de cualquier impedimento.

Entonces, de qué puede servirle a un proyecto político oscuro que pretende enquistar sus forjadores, a servirle en términos de ampliar libertades y condescender derechos humanos, si a la larga la motivación principal está anclada a un espacio tan constreñido como obstruido. Por eso, la manipulación con conceptos de honrosa concepción pero alterados por renegadas y relegadas consideraciones conceptuales.

Así que partiendo de tan crudas realidades, podría preguntársele a tanto carroñero político, ¿cómo articular conceptos como el de “Estado de Bienestar” o el de “gobernabilidad” a un ejercicio de gobierno supuestamente trazado sobre el imperio de la constitucionalidad e institucionalidad democrática?  Aunque primeramente quedaría por preguntarse: ¿Con qué o cómo se come tanta bazofia teórico-política?

Esta última pregunta tiene total valor y vigencia pues debería reconocerse que hay sociedades que ya no soportan pasarla tan atontadamente y en medio de un grotesco nivel de humillación. La sociedad venezolana es una de ellas. Es por eso que cabe preguntar, acaso el venezolano estará realmente cansado de pasarla tan mal. O mejor dicho: ¿cansado de comer “patria”?

“Cultivar tanta basura ideológica a manera de impúdica recreación, es tan igual que idiotizar ciudadanos electoralmente hábiles para así llenarle sus mentes de convencionalismos tan estúpidos que, por incautos, llegan a parecerle reales sus ilusos efectos”