Pido la palabra: ¡Cueste lo que cueste!

Por: Antonio José Monagas…

Si bien los tiempos de Dios son perfectos, para la política no lo son. Los hechos políticos terminan siempre ajustándose a las implicaciones que suceden a su alrededor.

No sólo la vida es función del tiempo, tal como lo entiende la Matemática para la cual el comportamiento de una variable depende de los valores de otras. También la política es función de condiciones y determinaciones. Sobre todo, cuando hay concomitancia operativa y conceptual entre los factores que dan forma y sentido a las circunstancias en que se sucede el evento. Es ahí precisamente, donde la política se complica en virtud de las implicaciones que sus realidades asoman.

El tiempo, por ejemplo, es profundamente inherente e inmanente a la política. Es por esa razón que casi siempre los problemas que ocurren en su ámbito, terminan ajustándose a las implicaciones que suceden a su alrededor. Más, al reconocerse que en toda eventualidad o situación está siempre presente la política. Particularmente, en medio de contingencias precedidas y presididas por la mediocridad, la mezquindad y la perversidad que caracteriza la cuestionable conducta de personajes vinculados con el poder monopolizado  por el ejercicio de la política.

En Venezuela, cada caso que deriva de contextos así enrarecidos, se convierten en una potencial complicación. No sólo el silencio o el bullicio define la reacción del régimen ante los graves traspiés que lo acorralan en condiciones de difícil evasión. También, es el solapado comportamiento que ha asumido como producto del temor que ha venido envolviéndolo. O del mismo modo, la insolencia con la cual reacciona ante las acusaciones de toda índole de las cuales es objeto. Incluso, ante la Corte Internacional de justicia, ubicada en la Haya, al noroeste de Holanda. O la petulancia con la cual se refiere a ganar todo tipo de negociación lo que le permitiría al régimen seguir humillando al pueblo venezolano.

No obstante tan perniciosas pretensiones, no han dejado de llamar la atención de todas aquellas instituciones que se precian de identificarse con la democracia, la institucionalidad  y las libertades. Las universidades libres, autónomas y críticas, la Iglesia Católica a través de la Conferencia Episcopal Venezolana, partidos políticos situados en la oposición democrática, las Academias Nacionales, importantes Organizaciones No-Gubernamentales, medios de comunicación de connotación libre y plural, Colegios Profesionales y un sin número  de actores de la economía y de agentes de transformación social, no han dejado de elevar su voz de preocupación ante el caos político nacional. Las situaciones dejan ver que, a pesar de que quienes (des)gobiernan se afincan en el ideario bolivariano para justificar ejecutorias, desconocen la expresión de Simón Bolívar cuando asintió que “quien sirve a una revolución labra el mar”. Algo así como que una revolución es la más evidente forma de despreciar y desperdiciar el tiempo, capacidades y potencialidades.

De hecho, los aportes en cuanto a propuestas para salir del atolladero, han sido incontables. Asimismo, los momentos de testarudez y de intransigencia del régimen, han sido innumerables. Siempre tiene alguna razón para desconocer o esquivar la ayuda ofrecida. No hay forma de hacerle ver que la construcción de la sociedad, tal como recita la Constitución, pasa por el tamiz de cada uno de los factores que determinan la vida pública nacional.

La prepotencia y la terquedad se convirtieron en recursos de gobierno a los que apela el régimen para imponer sus decisiones a costa del sacrificio de todos. Por eso la economía se salió de su cauce. La inseguridad y la anarquía se apropiaron de las calles y rincones del país. Y aunque discurren vientos tormentosos que puedan estar desviando los caminos de la democracia, siempre las esperanzas tendrán en las fortalezas del venezolano su mejor trinchera desde la cual se arreciará la resistencia en aras de recuperar las libertades y los derechos fundamentales. Y en efecto, así se hará, cueste lo que cueste.

“Todo proceso que compromete al hombre entregado en su intención de enfrentar la incertidumbre para evitar los desaciertos que le presenta cualquiera de los caminos  que decida tomar, no sólo depende de su capacidad, coraje y temeridad. También,de su condición para resistir los embates. Cueste lo que cueste”

AJMonagas