Pido la Palabra: De la pandemia y sus flagelos

Por Antonio José Monagas…

Una gestión de gobierno que, en nombre del Estado, atendiera debidamente los problemas que desde un principio lo acechan, no debió dejar que los estragos de la pandemia, ni de ninguna contingencia, la ahogaran.

Por ahora, cualquier intención de adelantarse a las actuales y convulsas realidades, puede verse como un evento de temeraria extemporaneidad. Esto, para no decir, que sería como apostar una carrera contra la “incertidumbre” a sabiendas que ella va a ser la triunfadora de tan atrevida y riesgosa competencia. Particularmente, porque el terreno no es apto para quien busque desafiar al poderoso rival: la “incertidumbre”. 

Y es que en términos de los cambios que habrá de marcar la dinámica social, económica y política del mundo, nada puede predecirse. Es imposible precisar con absoluta exactitud, cuáles serán las consecuencias de la pandemia causada por el Corona Virus. Ni en Venezuela. Tampoco en algún otro país, indistintamente del grado de desarrollo alcanzado. Muchos menos, a nivel mundial. Aún suponiendo que la civilización se ajustará a nuevos comportamientos. De ello, resultará un nuevo orden socioeconómico y sociopolítico que, indudablemente, forjará cambios también de las emociones, y de la psiquis. Al igual que en el modo de demostrar y necesitar el afecto como sentimiento y actitud.

Sin embargo, podría intentarse un ejercicio de prospectiva. O sea, trazar algunas conjeturas que pudieran rayar con escenarios propios que acerquen al lector a lo que hipotéticamente sería el mundo post-pandemia. Quizás una vía expedita para dicho arrojo, podría ser a través de un análisis económico. No más sucinto de lo que puede caber en este espacio. Aunque el mismo, no estaría exento de los riesgos del hecho de asomarlos a la luz pública. 

De entrada debe aclararse que esta osadía compromete variables de ascendencia política y de razón social, pues tocan sensiblemente intereses y necesidades afectadas por la incidencia del Corona Virus. Y desde luego, a los correspondientes gobiernos en términos de la gestión política-económica que pretende llevarse en lo sucesivo. Con preferente énfasis, en lo que respecta al gobierno venezolano. Habida cuenta de que en Venezuela la pandemia ha sido ideologizada por el régimen con el tergiversado propósito de buscar dividendos políticos en el curso de su “atención”.

El régimen venezolano está convencido de que pronunciamientos en dirección del proselitismo en ejercicio, avivaría razones con plena incidencia en lo social que podrían ganarle el espacio que políticamente ha perdido. A esto, alevosa y pérfidamente, apuesta el régimen. Particularmente, en medio de la crisis política, social y económica que ha venido fustigando al país. De manera tan exponencial, como la misma incursión del virus. 

Sin duda alguna que tan humillante trato, puso en vilo a la población al sacudir factores perceptivos. Sobre todo, aquellos propios del ámbito que configuran la seguridad y el bienestar ciudadano. Y esa situación, de fácil exacerbación, hizo crisis inmediatamente. Más, porque la intención del régimen aprovechándose del carácter sensible de la pandemia, desdijo de derechos constitucionales. Además, burlados por la política asumida toda vez que transgrede derechos que perjudican la salud de la sociedad. 

Fue así como el régimen político venezolano, actuando de modo diferente de las acciones emprendidas por otros gobiernos con poblaciones también afectadas por el virus, no entendió a cabalidad todo lo que compromete un ejercicio gubernamental honesto. Una gestión de gobierno que, en nombre del Estado, atendiera debidamente los problemas que desde un principio, ahondaron los estragos de la pandemia. 

No haber comprendido esto, hizo que el régimen comenzara a jugar con peligrosos riesgos. Por ejemplo, el de que la población entre en terrenos dominados por la anomia. Y que para explicarlo en una llana acepción, recrudecería la anormalidad que ahora se vive. Se vivirían momentos en el que los vínculos sociales vendrían debilitarse. 

Tanto que la sociedad perdería su precaria fuerza que habría de necesitar para integrar y regular adecuadamente el proceder de los individuos. Y esto sucede con más intensidad en el caso de gobiernos orientados por doctrinas autoritarias y hegemónicas. Es el caso Venezuela. Esto lo arriba expuesta, habla una tanto de la pandemia y sus flagelos.

“No hay régimen político, que por más soberbia que muestren sus gobernantes, seaimperecedero. Ni tampoco inmune a las contingencias”

AJMonagas