Pido la palabra: En política no se improvisa

Por Antonio José Monagas…

La planificación política busca lidiar con la influencia de cuantos problemas tienden a convertirse en crisis potenciales. ¿Valdrá preguntarse si en realidad lo hace?

Ninguna presunción, por ruidosa que sea, hace diferente cualquier evento. Más aún, aquellos que la incertidumbre disponga. Sin embargo, esto pareciera ser incomprensible. Sobre todo, cuando se detenta el poder. Quizás, así sucede a consecuencia de la soberbia que el mismo poder incita. O de la arrogancia o petulancia que excita el poder. O tal vez, de cualquier ostentación que manifieste visos de superioridad.

Así, muchas presunciones logran imponerse a costa de la inmoderación que mal pueda detentar cualquier individuo presuntuoso del poder que se arroga por la postura adquirida. O por la posición que ocupa a lo interno de alguna estructura jerárquica. 

Este tipo de comportamiento, hace que el ejercicio de la política se vea deslustrado. O sea, empañado del cerco que sólo la ignorancia envuelve. Especialmente, al insolente. Casi siempre, politiqueros de “medio pelo”. O gobernantes de “baja calaña”.

Razón tenía el poeta Andrés Eloy Blanco, cuando decía que “(…) la ignorancia es el camino de la dictadura”.

Algunas precisiones semánticas

El aludido problema acontece porque generalmente el ser humano tiende a sufrir más en la imaginación que en la realidad. Al menos para Séneca, importante personaje de la política romana en los reinados de Claudio y Nerón, esta consideración se desprende de las verdades que experimenta toda persona que presume estar más capacitado que cualquiera. Lo cual ocurre toda vez que las coyunturas lo sitúan en un nivel social, político, administrativo, o económico superior al de quienes son personas bajo su mando. O que son subordinadas a sus determinaciones.

En política, estas situaciones generan problemas de toda cualidad, tamaño y sentido. Tantos problemas, como realidades tiendan a configurar el mundo de posibilidades que se arremolinan en torno a la política. Problemas estos que intentan aclimatarse a los espacios que las mismas ocasiones permitan. Posteriormente, a potenciarse en el plano de las consecuencias que dichos problemas logran inducir.

Tan fatídica situación, configura el temido “caos” cuyo estudio derivó en la denominada Ley del Caos. Y que, en política se convirtió en el “monstruo” contra quien no vale ningún “mantra” o “contra” capaz de evitar sus perversos efectos. 

El problema para la planificación política

La planificación política busca lidiar con la influencia de cuantos problemas tienden a convertirse en crisis potenciales. Para lograrlo, acude a distinguir problemas “bien estructurados”, de problemas “no-bien estructurados”. Asimismo, busca enfrentar “la incertidumbre mal definida” que, por efecto de las insidiosas improvisaciones de las que se auxilia un gobernante “triunfalista” para supuestamente vencer las contingencias del “inmediatismo”, no advierte. Mucho menos atiende no sólo porque no las entiende. Más aún, porque dicha “incertidumbre mal definida” no deja de estar presente en el proceso de planificación. 

Es acá donde fallan los análisis políticos que exigen las distintas perspectivas situacionales que deben acompañar el respectivo proceso de planificación. Es entonces cuando las “improvisaciones” son acusadas o evidenciadas por las “imprevisiones” que van de la mano de la precariedad de procedimientos políticos que intentan calificarse como “ordenamientos de gobierno”. 

Justamente es acá donde la inflexión hace su debut cuyos efectos asedian los distintos momentos por los que atraviesa todo proceso de gobierno. Es ahí, precisamente, cuando se advierte el tenor de la exposición de la conocida “ley de Murphy” cuando manifiesta que “si algo puede salir mal, saldrá mal”. 

Esta sentencia permite la interpretación de que “nada dura para siempre”. Y en política, tan temido aforismo, tiene un trasfondo que devela el sesgo que acompaña la “mala intención” que en el ejercicio de la política se tiene como variable de significativa argumentación. 

¿Dónde se enreda la política?

Aunque no siempre este precepto atribuido a Murphy, resulta tan válido como las situaciones pudieran demostrarlo, es posible que las realidades demuestren que “si hay dos maneras de hacer algo y una de ellas sale mal, alguien la habrá elegido como la que mejor resultado ofrece” lo cual revela la negatividad que, en el plano político, cunde por doquier. Y que, ciertamente, se cumple. Sobre todo, cuando es incitada bajo el influjo de la improvisación.

Además, siempre que el resentimiento, la envidia, el egoísmo y el odio propio de la conducta de funcionarios encaramados en cargos de gobierno amparados por un desmandado poder político, cualquier decisión tomada siempre habrá de rozarse con la negatividad y el temor que la desconfianza atina en el momento exacto en que la decisión se ejecuta.

De ahí que casi siempre a gobiernos sostenidos en la impudicia y en la corrupción, todo le resulta mal. Es el factor más relevante de todo acontecimiento de gobierno que no haya sido sustentado en la mejor sumatoria de valores y principios. Todo lo anteriormente aludido hace ver la razón por la cual cualquier improvisación termina incitando un caótico desarreglo. Por eso es que, en política no se improvisa.

“La praxis política suele ser tan apriorísticamente calculada, que repetidas veces su ejercicio incurre en improvisaciones cuyas consecuencias terminan arruinando los objetivos trazados. Y enrareciendo sus realidades”

AJMonagas

24-08-2024

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