Pido la palabra: Hipótesis que levantan suspicacia

Por: Antonio José Monagas…

Lo que estas líneas quieren destacar, es el juego de intereses que se moviliza alrededor de cualquier hecho que lleve la controvertida dirección que evidenció  el presunto genocidio.

La historia política contemporánea está saturada de acontecimientos que dan cuenta de realidades que conmocionan. Aunque no siempre, por razones no del todo convincente pues no es de dudar que la historia se escribe bajo circunstancias acomodaticias. Es entonces, cuando la incertidumbre entra en el juego de la historia. Porque, pueden leerse sus capítulos y ser exaltados los hechos por la narrativa aducida. Pero en lo exacto, puede desconocerse si realmente la descripción de los hechos revelan si fue verdad lo que sucedió. 

Justamente, es ahí donde muchos hablan de las dificultades para hacer historia con la ecuanimidad que las realidades exigen. A juicio de opiniones de ese tenor, debe esperarse a que se desarrolle para que puedan articularse los hechos posibles. De esa forma, la historia podrá adquirir la forma que la verdad de cada caso o situación determine. Sin embargo, ahí se halla la razón que explica por qué la historia no concluye jamás. Más, si no se escarmienta. O como lo asintió Ralph Waldo Emerson, filósofo estadounidense que “cada historiador cuenta su propia historia”. Y eso ha llevado a pensar que la historia siempre se repite. Aunque, el problema no es tanto eso sino el por qué sus lecciones no siempre se entienden.

La historia política de lo que va del siglo XXI venezolano, da cuenta de los intentos de magnicidio que se han vivido. Los presidentes de la República que en estos primeros –casi- veinte años de vida política, son referentes de lo que pretende dilucidarse bajo esta disertación. Ésta, incitada por lo que aconteció el sábado 4 de Agosto de 2018 en medio de la alocución del presidente de Venezuela con motivo del 81 aniversario de la Guardia Nacional (Bolivariana).

Desde entonces, mucho se ha dicho a manera de especulación. Conjeturas que se trazan en el aire, hipótesis que se formulan al voleo o teorías que se plantean sin estructurar sus postulados. Aun así, no puede dejar de asomarse que detrás de algunos corrillos, se tienen son meras consideraciones que intentan ser mediatizadas con el único propósito de propagar razones que puedan apropiarse de opiniones que se han planteado forjar una historia que tienda a posicionar cualquier relato capaz de activar justificaciones que validen los hechos o el acontecimiento vivido. 

Como bien se sabe, el ejercicio de la política busca realizarse en medio de posibilidades distanciadas de la incertidumbre. Por indescifrable e inciertos que sus efectos puedan contener. Lo que realmente interesa, es ganar el mayor espacio político donde quepa la explicación que mejor sirva de argumento a la postura político-partidista que mayor pegada tenga ante la colectividad nacional. Sobre todo, luego que la historia política refiere 16 intentos de magnicidios ocurridos en contra del actual presidente de la República. 

Sin embargo el problema no pareciera terminar ahí. Ha habido otros hechos que, en la misma onda de violencia, son eventos característicos de un país enardecido por la crisis de Estado que tiene agobiada la estructura social, comercial, de producción y de servicios en casi todos los ámbitos de la vida pública nacional. 

El incidente que marcó el día sábado 4 de Agosto de 2018, no tiene comparación con hechos análogos que igualmente determinaron desencajadas decisiones gubernamentales en los períodos presidenciales comenzados en 1999. 

A los fines de lo que estas líneas quieren destacar, el tamaño o magnitud de los atentados o presunciones de magnicidios no es lo que ciertamente concierne. Lo que realmente incumbe, particularmente basado en lo que la teoría política explica a estos respectos, es el juego de intereses que se moviliza alrededor de cualquier hecho que lleve tan controvertida dirección. Más, cuando bajo sus ámbitos o rangos de decisiones, elaboradas con la mayor saña posible o contaminado por la venganza que un problema de tal índole puede animar, no mide consecuencias. Y es capaz de provocar más desavenencias que las imaginadas. O algo así tal como reza el aforismo: “peor es el remedio que la enfermedad”. 

No obstante, cabe destacar que un hecho de esta naturaleza no sólo deja ver problemas políticos que se suceden al interior de la estructura de gobierno. También, revela la crisis de orden mayúsculo que alcanza la sociedad en su generalidad lo cual es indicativo de fuerzas friccionando entre si y chocando contra imposiciones gubernamentales que ponen al descubierto conflictos de naturaleza económica arrastrados por un poder engreído, insolente y soberbio. Justo, el terreno propio para abonar suposiciones de todo género que pueden engrosar páginas de una historia amañada o desfigurada a partir de lo que son algunas hipótesis que levantan suspicacia.

“Cualquier decisión de un gobierno autoritario, genera dudas en cuanto a la verdadera razón de su origen. Pero cualquier actitud de un régimen totalitario, más que sospechas, anima reacciones en torno a las razones que motivan la determinación primigenia instalada en su legitimidad de origen”

AJMonagas