Pido la palabra: La política en crisis: el rostro de sus razones

Por: Antonio José Monagas…

En la desenfrenada táctica resquebrajar conceptos políticos sobre los cuales se potenció la política como puntal teórico del desarrollo, pueden avistarse los extremos que pervirtieron el ejercicio de la política y la praxis de gobierno.

Luego de la segunda mitad del siglo XX, la idea de “política”, inclusive su praxis, comenzaron a verse conmovidas por los cambios que tenían lugar. La política comenzaba a percibir sus cimientos conceptuales agitados. En su horizonte, vislumbraban efectos de crisis. Provenían no sólo de los eventos que conmocionaban el ejercicio de la política. También, de los hechos que derivaban de la segunda revolución científica iniciada en varios frentes de los años sesenta. Los mismas, lograron incitar algunos ajustes que incidieron en la articulación de saberes que venían actuando de manera separada. La desunión causada poco logó aportar a la consolidación que urgía al juego funcional de la política en aras de su desarrollo conceptual y metodológico. 

La administración pública, en tanto que parcela cognitiva y funcional de la ciencia social tanto como de la ciencia política, además, preocupada por los problemas que venían anudándose, animó -con algo de escrúpulo- la formulación de sistemas burocráticos y proyectos administrativos que, indudablemente, animaron la inserción de algunos criterios enfocados a perfilar el ejercicio de la política. Entre otros, podría hablarse de la planificación (normativa). Aunque también, cabría mencionarse la aplicación de la teoría científica de la Administración, contribuyó un tanto a ello. 

Promesas que cuajaron decisiones

Los consabidos planes de lineamientos de desarrollo económico y social elaborados por los gobiernos a instancia de programas de gestión política -electoralmente ofertados- configuraban canales de gestión política en aras de su optimización. Aunque los mismos, se subordinaban a la autoridad de la administración pública. 

Las tendencias derivadas del proceder que reflejaban las anteriores realidades que, naturalmente, dejaban ver la naturaleza política que las regían, indiscutiblemente actuaban como razones que lógicamente motivaban la disposición y actitud de quienes ejercían el poder político. Bien como funcionarios, operadores, activistas, subalternos y dirigentes políticos. Generalmente, apegados al pervertido cortoplacismo y al virtuosismo táctico lo cual provocaba una visión distorsionada de las realidades políticas. En todo caso, fue la causa que devino en suposiciones que fustigaron la política hasta entonces comprendida como el estamento fundamental en donde se dirimen los asuntos que competen a la vida humana.

La política se rodea de pretextos 

De manera que buena parte de las razones que dieron a lugar razones políticas, fueron convirtiéndose en descarríos que desafectaron objetivos trazados con el ánimo de revertir errores pautados en la praxis política. Sin embargo, dichos embrollos desguarnecieron conceptos que cimentaron procesos políticos.  De acá, emergen algunos conceptos que implicaban libertades, valores, principios, derechos, justicia, desarrollo. Aunque de entre otras circunstancias, emergieron problemas surgidos de distintas categorías politológicas, que se vieron trabados no sólo en sus praxis. También en la enseñanza de la teoría política que en las décadas de los sesenta y setenta, los procesos de formación, eran marcadamente escasos. 

Esfuerzos adquieren fuerza política

Algunos políticos, hombres y mujeres de pensamiento y acción política, buscaron reacomodar y ajustar decisiones y enfoques políticos a las nuevas realidades que surgían. Es así como los efectos de dichos reacomodos sorprendieron la dinámica social. Asimismo, la política, la cultural y la económica. Particularmente, luego de la segunda mitad del siglo XX. Las realidades de entonces, comenzaron a diferenciarse de las situaciones y condiciones que habían dominado e impulsado al mundo político y administrativo gubernamental, antes que dichas realidades imprimieran sus particularidades. 

Iniciado el siglo XXI, más que crisis de procedimientos y realidades, estuvo suscitándose una crisis de sociedad. Sobre todo, al advertir que alteraciones, indiferencias y displicencias que habían aterrizado en los espacios de las realidades, comenzaban a desnudarse. Pero no sólo tan grotesca situación arrastró otra crisis de objetivos y orientaciones que afectaron la naturaleza funcional de partidos, facciones y movimientos políticos. Especialmente, al incurrir en el vergonzoso hecho de repartirse ingentes cuotas de poder. No sólo según la ascendencia y capacidad de convocatoria que determinaron los procesos electorales locales, municipales, regionales y nacionales. También entre personas comulgantes y asociada a activos cuadros de corrupción y vicios administrativos.

Crisis que golpean duro

Tan temerarias coyunturas, igualmente alcanzaron la educación. Fundamentalmente aquella impartida en niveles de primaria y básica. Incluso, en la educación universitaria. Cabría la posibilidad de hablar de una crisis de paradigmas que, con el devenir de los años, ha resultado evidente. La misma, verificada a través de los modos de organización y comportamiento de la población. Más aún, pareciera que su incidencia pudo vincularse con problemas de extrema repercusión que, inclusive, continúa padeciendo la sociedad. Razón para justificar la crisis de sociedad que pudiera estacionarse bajo desconcertantes escenarios políticos y económicos.

Al puntualizar algunos elementos de crisis, específicamente embutidos a lo interno de países periféricos, subdesarrollados o satélites de economías desarrolladas, no cabe duda de los graves efectos que arrojan. Especialmente, al recaer sobre el ejercicio de la política y sus consecuencias en ejercicios de gobierno. 

Cabría decir que las nuevas realidades comenzaron a vaciar de valía teórico-conceptual e instrumental a la política. Esta, entendida -fundamentalmente- como razón teórico-práctica que estructura los intereses y necesidades que convalidan el afán del ser humano de alcanzar sus proyectos de vida, indistintamente sean perecederos o permanentes.  

Desvinculación de la política contemporánea

En esa especie de desenfrenada táctica de ver resquebrajados conceptos políticos sobre los cuales tiempo atrás se potenció la política como puntal teórico del desarrollo que impulsó la modernidad, pueden avistarse los extremos que pervirtieron el ejercicio de la política y la praxis de gobierno. Y que, como hondas crisis vivenciadas, han desacomodado la teoría política. 

Además, con la presunción de banalidades, sandeces y presunciones ideológicas personalistas la han reconvertido en sesgadas formas alineadas con la improvisación, la imprevisión y la inmediatez. Y que, sin muchas dudas, podría inferirse que los mismos regulan comportamientos que actualmente movilizan la política. Con sumos daños a su ejercicio. 

De hecho, la gerencia política, la planificación política, el análisis político e ideales políticos que encausaron procesos liberadores y reivindicativos, entre otras palancas de la politología y las ciencias de gobierno, dejaron de apuntarse como razones preocupadas en dar con la combinación dosificada que requiere el cálculo previsor de contingencias y crisis de toda índole. Inclusive, de dificultades que actúan como limitantes al ejercicio de una política que podría impedir estilos de gobierno subyugados por la cotidianidad intrascendente. Incapaces de enfrentar los problemas que explotan ante la actitud expectante de una sociedad esperanzada en disfrutar un admisible bienestar.

En ese ámbito de contradicciones, el desgarramiento de la política puede comprometer peligrosamente procesos enseñanza-aprendizaje que formalizan la formación de polítólogos, sociólogos, abogados, historiadores y administradores, especialmente.

En conclusión

Aupar la degradación de aquellas realidades que inspiraron la historia política, la cual inspiró la construcción de la teoría política, ha conseguido esculpir combinaciones conceptuales y antinómicas como conceptos y criterios basados en valores contrapuestos o ideas opuestas que impiden afianzar libertades, verdades, derechos y la justicia. 

Ir a contracorriente respecto de la degradación incoada, sería una lucha cruda y descarnada contra monstruos políticos hipotéticos que han desarreglado figuras políticas como la del Estado moderno y emprendedor, en su condición de justo, democrático y social de Derecho y de Justicia. 

Más aún, combatiendo con argumentos sólidos todo pretexto que sirva para recuperar la teoría política que legitimó la edificación del Estado de Derecho cuyo ejercicio democrático pende de la teoría política a partir de la cual han arreciado injustas causales que han desfigurado la teoría y ejercicio de la política. Incluyendo, su enseñanza. No ha terminado de comprenderse que los procesos que comprometen iniciar la lucha que evitaría las crisis políticas, tienen la capacidad para recuperar los terrenos donde podrán fraguarse los criterios y esfuerzos que podrían conducir las realidades a forjar conciencia política requerida en estos tiempos y momentos. Estos argumentos han valido para conducir esta disertación que ha tratado el delicado tema: la política en crisis: el rostro de sus razones.

“Las crisis obedecen a razones incitadas a conciencia de quienes fungen de provocadores. Lo imprevisible no justifica su incitación”

AJMonagas

13-04-2025

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