Pido la palabra: Mentiras vergonzosas

Por: Antonio José Monagas…

La enfermedad de poder ha afectado a quienes por fungir de gobernantes asumen atribuciones superlativas para abusar mediante la coerción ejercida por vía del despotismo lo cual ha hecho del país un verdadero “hervidero” de problemas.

 No hay nada más intrigante que el poder. Pero del poder urdido por el resentimiento o la prepotencia confundida con emociones que tocan a todo individuo aturdido por las circunstancias al momento de verse habilitado por las facultades que le confiere la situación en cuestión. La condición política del poder, hace que casi siempre éste se convierta en instrumento de opresión para imponer consideraciones sin el menor respeto por la posición, actitud o pensamiento del otro. Estas personas, se arrogan atribuciones que desbordan las leyes de la moralidad, tanto como de la ética social propia en quien se maneja con cordura, tolerancia y solidaridad, se creen seres superiores. No advierten la igualdad o la responsabilidad social como valores rectores del ordenamiento jurídico y principios de la idiosincrasia nacional, a pesar de ser referidos por la Constitución de la República como fundamentos del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia que supuestamente instituyen el sentido y la noción de país que simboliza Venezuela.

Ante lo que el poder es capaz de encubrir o destacar, hay mucho que decir. Sin embargo, el mayor problema se suscita cuando en una situación de gobierno, poco comprensivo y respetuoso de los derechos humanos, la ética y del pluralismo político, el gobernante vive asustado frente a lo que puede ser cualquier manifestación de reproche, protesta o reclamo. Su presunción de “mandamás” lo sitúa en un punto en el cual imagina aprensivamente todo hecho que posibilite su defenestración o rechazo dada la pésima gestión que adelanta. En consecuencia, ante tanto resquemor, quienes así proceden desde posiciones de poder, actúan con la mayor premeditación y alevosía lo que les permite proferir amenazas o tomar medidas sin responsabilidad de lo que ello pueda acarrear.

Estos personajes de marras, se mueven con el ingenio necesario para aprovecharse del engaño, la seducción y la manipulación. Sin duda, estos son los recursos mejor utilizados por gobernantes empeñados en convencer la población con ideologías que no terminan de abrirse y demostrar sus cacareadas ventajas, bondades y capacidades. Aunque en el fondo, ello no representa más que un armatoste montado sobre meras utopías con las que embaucan ilusos y furibundos seguidores. No obstante, cuando así ocurre, como en efecto sucede en el foco de la política camorrera, estos gobernantes apelan a cuanta excusa pueden con el único y perverso propósito de confundir la opinión en nombre de una acción de gobierno “justa” para no decir “pusilánime”.

El caso Venezuela, es digno de estudio. Particularmente, en este respecto. La enfermedad de poder ha afectado a quienes por fungir de gobernantes asumen atribuciones superlativas para abusar mediante la coerción ejercida por vía del despotismo. Este tipo de perturbación ha hecho del país un verdadero “hervidero” de problemas. Los reveses, atropellos, insultos, calumnias y empujones, por mencionar algunas complicaciones que tienen tomado al país, aparte de las de corte económico, anegaron la precariedad del régimen para ordenar su movilidad. No sólo estos gobernantes buscan infundir más problemas con el estrafalario cuento de una “guerra económica”. Ahora, hablan de otra guerra. De una presunta “guerra bacteriológica” acuciada por el “imperio” con la intención de “desestabilizar” al gobierno nacional en su “laudable” propósito de hacer del Estado venezolano un vetusto Estado Comunal. En breve, inventarán la aparición de una “guerra cultural” que inoculará en la población actitudes propias de la tradición anglosajona. Luego, será una “guerra administrativa”, que afectará los modelos contables nacionales. Después, hablarán de una “guerra cibernética” que le restará aún más velocidad a la Internet socialista. En fin, toda una ostentación de ridiculeces avaladas por interminables mentiras vergonzosas.

“Cuando la ineptitud de gobernantes ruines encubren verdades con vergonzosas mentiras, valiéndose indolentemente del poder, las posibilidades de escapar de tan oscuras realidades podrían actuar contrariamente a la inminencia de hallar salidas inmediatas al problema en cuestión”

AJMonagas