Pido La palabra: «Mesa de forcejeo»

Por: Antonio José Monagas

Mientras que los radicales se plantean asumir una ofensiva sin importar lo que puedan llevarse por delante, los reservados o socarrones guardan bajo la manga “una carta tapada”.

Una cosa es lo que sucede puertas adentro del partido político asociado al régimen venezolano. Y otra muy distinta, es lo que deja colarse entre los intersticios y grietas de la aludida revolución. De ahí la razón del régimen para sostener la horda de medios de comunicación toda vez que sus emisiones suelen ser meras propuestas propagandísticas mediante las cuales buscan proyectar lo que mejor puede depararse de una imagen gubernamental burdamente acicalada por la mentira propia de la demagogia populista .

La llamativa idea de dialogar, azuzada por altos funcionarios, quizás animada por oscuras intenciones, aunque solapada por efecto de los apremios que configuraron las difíciles coyunturas que caracterizaron los meses de Febrero y Marzo, no alcanzaron los objetivos trazados. Al menos, los que en principio se adujeron. Intenciones éstas, posiblemente elaboradas con el propósito de disfrazar el grado de desgobierno que ha ganado terreno en medio de una situación de ingobernabilidad acompasada por la impunidad, la corrupción, el desabastecimiento, la inflación y la inseguridad: las cinco cicatrices que expone el presente cataclismo político venezolano.

Los antagonismos que están marcando la vida política al interior del partido de gobierno, son claras demostraciones de las perversidades que ocupan la agenda de actividades y compromisos pautados por sus dirigentes quienes, además, son los menos indicados para revertir el desespero que radica en buena parte de sus miembros. Sobre todo, en aquella facción radical cuyo pensamiento pretende instigar en el alto gobierno criterios anómalos que desvirtúen el sentido de la política. Para ello, pretende provocar un choque de posturas que revuelva cualquier promesa de gestión, por minúscula que sea, sólo para posicionarse en cargos de responsabilidad ejecutiva nacional. Y en consecuencia, tomar las riendas del país sin escrúpulo alguno de manera de avanzar en el desmoronamiento final de lo poco que queda de institucionalidad democrática para lo cual han de valerse del “Plan de la Patria”.

En lo que a ello respecta, este cuadro de realidades pone de relieve el riesgo que supone caer en lo profundo del desastre que pudiera armarse de tan patético cruce de violentas decisiones. Mientras que los radicales se plantean asumir una ofensiva sin importar lo que puedan llevarse por delante, los reservados o socarrones guardan bajo la manga “una carta tapada”. Es decir, se valen de una estrategia encubierta invocando postulados democráticos, para distraer mientras se preparan para un zarpazo que igualmente está cargado de intolerancia, injusticia y opresión.

En fin, lo que puede inferirse de tan nebulosa situación, no puede alentar a nadie. De hecho, la susodicha mesa de diálogo, no ha servido a lo que su significación compromete. Por lo contrario, ha sido excusa para enrocar posturas que subrepticiamente venían corriéndose a discrecionalidad de los intereses del régimen. O mejor dicho, de sus dirigentes.

El diálogo, como mecanismo de concertación y conciliación, no ha servido en el caso venezolano para distender una polarización que ha devenido en desgracias económicas, sociales, políticas y hasta familiares. El régimen, empeñado en mantenerse en el poder a costa de lo que sea, haciendo uso del abuso y de la coacción, ha demostrado su obstinación. Por tan deprimente y antidemocrática razón, se arroga una autoridad desmedida y viciada, para arremeter contra valores y principios que cimientan libertades, derechos y garantías. De ahí que estos gobernantes y usurpadores de la democracia, siguen urdiendo todo lo posible contra el bienestar de la sociedad venezolana. Razón suficiente para voltear las verdades. Por eso viven un mundo al revés. Así que para desacreditar la política y mancillar la moralidad, ridiculizan la intención de formalizar todo acuerdo justo y necesario vulgarizándola al llamarla: Mesa de Forcejeo.

“En política, la hipocresía sirve de excusa al politiquero cuando en medio de sus mentiras,  busca quedar bien con Dios, con la patria y la revolución”.

AJMonagas