Por: Antonio José Monagas…
No faltarán razones para que del 10-E, surja un proceso que ahondará en la construcción de una necesaria y válida identidad nacional.
Los juegos de la política, no siempre resultan de directa interpretación por quienes toman parte de una escena en particular caracterizada por un cuestionamiento en específico. De ahí que su dinámica arropa consideraciones que, muchas veces, son contradictorias con su propia doctrina.
Justamente en el fragor de tales tendencias, el ejercicio de la política corre el riesgo de desbalancearse hasta que se hace posible recuperar algún argumento que apalanque la restitución solicitada o que induzca el equilibrio necesario a la situación bajo análisis. O al conflicto que ha irrumpido sin que los factores políticos en disputa, hubiesen estado preparados para solventar, desde sus perspectivas, el estado de contingencia de una manera ecuánime. No obstante, las contratendencias propias de la situación impugnada, no siempre se estructuran a los fines de sobreponerse a los acontecimientos. Algunas veces, sobran o faltan criterios que fijen o estabilicen la propuesta en consideración.
Tal como se refiere arriba, la disertación pudiera parecer pesada al momento de traducir el respectivo criterio polítológico a consideraciones de llana y simple lectura. Aunque una cosa es la teoría política, y otra el enfoque bajo el cual puedan interpretarse los hechos que dan lugar a una polémica de encontradas razones.
Lo que está por venir en Venezuela, el jueves 10 Enero próximo, es propio de analizar dado el importante cúmulo de variables que entran en el correspondiente juego político. Y como se dice, los juegos de la política, son combinaciones de posturas que, no siempre, terminan aseguran el equilibrio del poder que se maneja desde cualquiera de las posiciones en juego.
No hay duda de que ese día, el país se verá recogido por la angustia de los factores en juego. Sobre todo, si se vacila al momento de tomar las decisiones que mejor se ajusten a la solución de la crisis nacional. Es indiscutible que en medio de las tensiones y contratensiones que habrá de sumarse como razones de tan atrevido juego político, pueda inferirse una lucha por la construcción de evidencias que tiendan a justificar cual postura será la que finalmente se imponga.
Dicho juego, entendido más como el pulsar o medir expectativas en choque con recursos políticos, que como la composición de un entramado de forzadas y forzosas justificaciones, pudiera resolverse en el terreno de las determinaciones. O inclusive, en el establecimiento de límites antagónicos que habrán de separar aún más los contrincantes de los antagonistas. Mejor dicho, podría radicalizarse aún más la distancia entre opresores y dominados, que hoy ya es cruda.
No faltarán razones para que de todo ello surja un proceso que ahondará en la construcción de una identidad nacional. Bien, porque exalte la postura de quienes tenderán a hacerse pasar por “vencedores”, y quienes se considerarán infortunadamente “vencidos”. Sin embargo, sobrarán causas para emplazar la aplicación de preceptos tan puntales como los que suscribe la Constitución Nacional con los números 333 y 350.
Así pues que el 10-E, el país podría dividir su historia política contemporánea en dos períodos cuya resultante podría también arrastrar males o evitar su maduración como problemas estructurales en medio de un siglo que apunta a alcanzar desarrollo. Condición ésta muy lejana de la degradación que ha sumido a Venezuela en realidades inconcebibles por deprimentes, dolorosas y contravenidas. Así que ante el arrollamiento que bien podría generar la conjunción de factores que impulsan el desarrollo y la democracia, no hay de otra que exclamar ante el elemento opresor: ¡O corres o te encaramas!
“En política, tener pulso e ímpetu para negociar, es una virtud que no todo el mundo tiene. Sólo la persistencia, permite que la brecha riesgo-beneficio no resulte difícil allanarla. Pero con criterios razonadamente políticos”
AJMonagas