Pido la Palabra: Venezuela “productiva”. Pero ¿con qué…?

Por Antonio José Monagas…

El régimen se supeditó a brindarle a los centros de potencia eléctrica, una mediocre atención. Mientras que el pueblo comenzó a resignarse al maltrato que la negligencia gubernamental propiciaba.

Toda declaración de motivos que precede el desarrollo expositivo de cualquier opúsculo, folleto o panfleto contentivo de promesas revolucionarias, dirigidas a resaltar la imagen de una Venezuela supuestamente productiva, aunque profundamente apagada, ostenta una narrativa groseramente redundante de consideraciones huecas. Aún cuando al mismo tiempo, cargada del aderezo propio de una retórica tan barata que no tiene fundamento en la teoría económica del populismo demagógico. Tampoco, en la del socialismo del siglo XXI.

Todo lo expuesto por cualquier apéndice literario montado sobre el curso por el cual se desplaza el vehículo del actual régimen usurpador venezolano, a pesar de sus quince motores “fuera de borda”,  está carente de significación. Su mediocridad conceptual y mezquindad metodológica, hacen de la ristra de propósitos revolucionarios, el mejor plato figurativo de un amplio menú. Aún cuando sus presentaciones se hallan vacías del contenido anunciado y prometido. 

La demagogia ha sido el recurso político y administrativo a partir del cual, el régimen ha movilizado sus promesas. Por eso, cada discurso, manifiesto o declaratoria, no termina de cumplirse. Desde el mismo momento que el régimen arriba al poder, en enero de 1999, comprometió sus capacidades sin que las mismas alcanzaran un nivel de concreción aceptable. Todo cayó en una especie de espacio sin fondo.

Así se infería de las primeras Líneas generales del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007. Describían que “para superar la crisis estructural, tenemos que lograr un profundo cambio estructural”. Y que dicho cambio, “se logrará a través de un gran impulso a la agricultura, la industria, el comercio, el turismo y la construcción de la infraestructura (…)” Sólo que tan cacareado cambio, a ser presuntamente conseguido al pasarse “de una economía rentista a otra de tipo productivo”, nunca fue alcanzado.

No han bastado los veinte años que lleva el régimen privilegiando sus arcas (particulares), para que al final del susodicho lapso, bajo la tutela de un único proyecto ideológico de gobierno, no se vean resultados en correspondencia con lo anunciado. No tanto por lo referido en aquel primer plan. También fueron otros planes que pretendieron cubrir períodos como 2007-2013. Asimismo, 2013-2019. Todos, aplicando la misma retahíla de engañosos compromisos. Además, sin contar con los manidos “planes de la patria” cuales remedos bastardos de un burdo baremo de políticas públicas elaborado a la usanza de cualquier régimen militar despótico y genocida.

Los problemas que se acumularon y que patentizaron el paroxismo de la grave crisis que arrasó con la democratización del sistema político nacional, alcanzaron magnitudes inimaginables. No sólo ha sido la indolencia que alcanzó a la industria eléctrica en todas sus dimensiones. Igualmente, fue la incompetencia que afectó el equilibrio social toda vez que destacó enormes distorsiones sociales, políticas y económicas que incidían sobre el ámbito de la ciudadanía desde décadas atrás. De ahí, la implosión de problemas relacionados con la alimentación, la salud, la vivienda, el comercio, los servicios públicos, la economía nacional, las finanzas públicas y la seguridad, entre otras inconveniencias.

Aunque el que hurgó la generación y distribución de energía eléctrica, no tiene parangón alguno. Es la expresión más patética de la indiferencia y maldad que acusa el comportamiento de estos mequetrefes revolucionarios demagogos, dándoselas de “estadistas solidarios” y “gobernantes comprensivos”.

La ausencia prolongada de mantenimiento, preventivo o correctivo, de los centros de potencia, tanto como de las líneas de distribución que recorren la geografía venezolana, especialmente la hidroeléctrica del Guri y la termoeléctrica Planta Centro, fue una tarea que feneció desde el mismo momento que la “revolución” confirmó su situación funcional. Ni siquiera se preocupó por ordenar su funcionamiento. O advertir el crecimiento de la demanda que, por todos lados, se palpaba.

Aunque la oferta gubernamental se había estancado, el régimen optó por desviar el correspondiente presupuesto a gastos superfluos. Particularmente, a actividades proselitistas por las cuales el aberrante militarismo buscaba apabullar movilizando ilusos y furibundos para validar la conformidad y apoyo político-partidista que afianzaría la popularidad del gobierno central. Así, comenzó el país político-social a obviar necesidades propias de programas de gobierno que debían atender el cuidado de algo tan fundamental para el desarrollo económico y social, como en efecto es la conservación del servicio eléctrico del cual depende todo lo que implica bienestar y calidad de vida, fundamentalmente.

El régimen se supeditó a brindarle a los centros de potencia eléctrica, una mediocre atención. Mientras que el pueblo comenzó a resignarse al maltrato que la negligencia gubernamental propiciaba. Tanto se hizo todo cotidianidad, que las realidades se somatizaron a un “dejar hacer” o “dejar pasar” hasta que el país empezó a vivir en tinieblas. Como si la oscurana propiciada por la pasividad de un régimen holgazán, sirviera de templo a los espíritus del mal que pereciera glorificar cada embrollo gubernamental.

En medio de tal maremágnum, los derechos humanos y fundamentales perdieron su espacio mínimo. Las libertades vieron reducidas sus áreas de acción. Los deberes se extraviaron entre tantas contingencias e incontinencias juntas. Y el trabajo sobre el cual pivota o se apalanca el desarrollo de una nación, dejó de tener el valor que sus implicaciones trazan alrededor de las disposiciones de cada venezolano preocupado por asentir su razón de vida y desempeño profesional, familiar y personal.

De manera que entre tal combinación de factores que comprometen el desarrollo del país, es poco o nada lo que ha podido hacerse a favor de objetivos que, teóricamente, establecen la ruta para que Venezuela pueda mejorar sus niveles de gestión en todas sus manifestaciones.

Entonces, ¿cómo explicar un país mutilado por todos sus flancos? De nada sirve prometer, en cuanto escrito o discurso presidencial pueda exponerse, lo que resulta imposible de cumplir. Por supuesto, considerando la enfermiza indiferencia del régimen. Por tanto, cabe preguntarse: Venezuela productiva, pero ¿con qué…?

“La industrialización en tanto que medida de desarrollo económico y social de una nación, compromete la disposición de sus ciudadanos. No sólo anímica. También, cognitiva. Pero particularmente, política y democrática”

AJMonagas