Lo que faltaba. La arena, la misma que nuestros pies pisan en las playas, ahora vale no sólo un dineral sino que está acabando ríos y playas.
Las arenas en Tiwi, en la costa africana de Kenya, no sólo desaparecen sino también hace que el río cercano al mar modifique su curso y las playas no existan más, siendo también refugio de miles de tortugas marinas que hacen allí sus nidos para procrear.
Y esto sucede en muchos sitios, ya que a pesar del ahora elevado precio es comprado por los árabes para sus construcciones. La investigadora Harriet Constable comprobó esta destrucción ecológica que ha creado un nuevo y sorprendente mercado: arena a precio de oro.
Un estudio reciente de las Naciones Unidas reflejó con cierta alarma que “el uso de la arena en las construcciones del mundo pudo haber creado un muro de concreto de 27 metros de alto por 27 metros de espesor alrededor del Ecuador…”
Esto significa que debemos atesorar nuestras arenas, a no ser que se roben nuestras playas para fines no sólo lucrativos sino de infinitos constructores, y con ellos acabar con muchas especies vivientes y daños ecológicos en puerta.
Valentín Ladra