Por: Fortunato González Cruz…
Hay trabajos científicos que demuestran que la felicidad se fundamenta en primer término en la calidad de las relaciones familiares y de amigos, luego en la disposición de un entorno de calidad y en tener ingresos que garanticen el acceso a bienes y servicios. Nada que ver con lujos ni gran riqueza que, por supuesto, si se cuenta con ello, ayuda. Lo más novedoso en la ciencia es que existen pueblos con ADN que ayuda y otros que no colaboran tanto, entre los primeros están los mexicanos y los caribeños, donde estamos los venezolanos.
Los venezolanos estamos pasando por una de las mayores crisis de nuestra historia, que golpea sin misericordia a todos mucho más a los más pobres, que somete a la población a la humillación de las colas, la escasez, los malos tratos, la delincuencia y el lenguaje soez e insolente de los que gobiernan. No obstante, no nos dejamos abatir, ni perdemos el humor, mantenemos el optimismo y el espíritu festivo que es precisamente el que está convocado para que aflore en estas Ferias del Sol y disfrutemos lo más posible esta oportunidad.
Muchos merideños aprovecharán el festivo para ganarse algún dinero extra montando sus tarantines e ir de fiesta cuando puedan. La mayoría cazará alguna oferta en las exposiciones, acudirá a los espectáculos como la elección de las reinas, el desfile, los bailes, los toros coleados y las corridas. En fin, la vaina que nos han echado se notará pero no tanto, porque en el ADN hay fiesta, y pocos como los venezolanos con esa ilimitada posibilidad de hacer amigos. Los venezolanos no se echan palos solos, como los nórdicos de Europa, porque beber para nosotros es un acto social, no un vicio, que amplía el círculo de amigos hasta alcanzar personas que apenas conocemos y parece que fuesen amigos de toda la vida. Y la feria es una oportunidad para compartir, e incluso para hacer de la crisis una metáfora, un chiste malo, una burla que no la mengua pero la hace menos dolorosa.
Así se nos vino la feria, en buena hora trasladada al carnaval por decisión tomada justamente en un bar: en el del hotel Prado Río hace más de 40 años. Y los espectáculos estarán rebosantes, como la plaza de toros, porque desaprovechar la oportunidad de divertirse es una estupidez, una autoflagelación inútil. Por el contrario, es un bálsamo que nos dará mayor fuerza para continuar en el inacabado esfuerzo por hacer un país mejor. ¿Qué nos equivocamos? Sí, pero nos levantaremos y seguiremos adelante porque “la vida es una sola”, o como canta Simón “porque después de esta vida no hay otra oportunidad…”
¡A los toros! ¡A la fiesta! A disfrutar estos días y coger fuerza para asumir con todos los hierros el formidable desafío de rehacer tanta patria destruida, tanta patria entregada, tanta patria saqueada y ofendida.