Por: Eleazar Ontiveros Paolini…
Con insistencia dijimos que llegaría el momento en que de no lograrse revertir las socialmente insanas condiciones que están presionando material y emocionalmente a los venezolanos, se desatarían reacciones indeseables con expresiones de violencia, en especial por la búsqueda desesperada de comida y por efecto de las respuestas obcecadas de las hordas chavistas armadas, que arremeten contra toda manifestación de protesta, como si con ello pudieran neutralizar un desagrado y enojo social del todo predecible, manteniendo la quimérica pretensión de sostener un Gobierno parado en las arenas movedizas de la ineficacia y la ilegalidad.
La inconformidad se potencia día a día al percibir el ciudadano que hasta se le quieren impedir su derecho de expresarse mediante el refrendo revocatorio, paso inicial con el que aspira a un cambio sustancial; a tener un Gobierno verdaderamente democrático.
Pues bien, contra ese derecho arremeten los operadores políticos del Gobierno, enclaustrados, con mayor relevancia, en esos cotos de servilismo llamados CNE y el TSJ. Estos tratan de impedir, a como dé lugar, cualquier posibilidad de cambio, violando sin empachos la Constitución, para lo cual echan mano de las más deleznables sinuosidades interpretativas.
Entonces, no hay la menor duda en cuanto a que el entorpecimiento que se fragua en esos organismos ha sido y sigue siendo determinante en la dilución frustrante de las esperanzas, generándose por tal razón y la escasez, cada vez con mayor intensidad, actos vandálicos de los desesperanzados y en respuesta a ello, crueles, inhumanas y vergonzosas reacciones de las fuerzas de choque del Gobierno, cuya expresión más despreciable es el haber humillado hasta lo indecible a pacíficos seminaristas, sometidos indignamente a la profunda iniquidad de desnudarlos y quemarle sus ropas, dejándolos inermes con su desesperación, sin saber qué hacer.
Para mayor desmán e incertidumbre, nadie duda de que esos grupos de vagos, pues no deben trabajar, sean convalidados por un Gobierno que con ello da a conocer el profundo temor que tiene de perder el poder, aunque saben que ya todos sus desmanes le serán inútiles. Es bueno recordar que el que teme nunca será libre, en especial cuando utiliza el atemorizar para tratar inútilmente de disminuir su propio temor.
Ojalá y la sangre no llegue al río ¿En que escafandra de protección se esconderán Tibysay Lucena, Sandra Oblitas, Socorro Hernández y Tania D´Amelio Cardiet, a la hora en que un nuevo Gobierno, como es su deber, empiece a imputar responsabilidades y a determinar los grados de culpabilidad en cuanto a haber permitido con sus atropellos la violencia? ¿Será que mañana, después de haber propiciado tal situación, irán a orarle hipócritamente a Dios?