Razones y pasiones:  Día del profesor universitario

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

El pasado lunes 5 de diciembre conmemoramos un día más del profesor universitario. Tal fecha se debe al hecho de que el 5 de diciembre de 1958,  el Dr. Edgar Sanabria, Presidente de la Junta de Gobierno, en Consejo de Ministros promulga una nueva Ley de Universidades, con la que  se consagra la autonomía universitaria.

Y dijimos conmemorar y no celebrar, pues  creemos que no hay motivo para celebración alguna, dado el hecho de que la actitud del Gobierno en contra de la Universidad Autónoma, determina una de las mayores preocupaciones que una institución de educación superior pueda tener: la pérdida sistemática de su planta profesoral y el retiro de estudiantes que cursan regularmente determinadas carreras.

En nuestra universidad las cifras son demostrativas: hasta el 15 de noviembre de 2016, según datos de la Dirección de Asuntos Profesorales, 196 profesores han dejado la universidad, algunos con elevada categoría en la escala clasificatoria y con grados de Maestría y/o Doctorado, a lo se suman constantes permisos no remunerados para probar suerte fuera de la Institución. En el mismo año de referencia, la ULA ha perdido unos 5.000 o 6.000 estudiantes, muchos de ellos con varios semestres o años cursados.

Al grave problema del retiro de los profesores, cuyo impacto es fácilmente deducible, se suma el hecho  de que algunos de los que hacían estudios de cuarto nivel en el exterior, han regresado sin concluirlos, dado que la remisión por parte del Banco Central de lo establecido para su mantenimiento no se hace con regularidad y como se entiende, el atraso hace imposible la permanencia.  Antes la universidad tenía una cuenta en dólares destinada a los becarios, lo que permitía  hacer las remisiones con regularidad. Pero con la idea tentacular de la centralización, el envío lo asumió el B.C. generando el problema indicado.

Si bien el mucho lo que hay que explorar del problema, lo económico adquiere un papel relevante: la mayoría opta por irse al considerar que su remuneración no le permite satisfacer sus expectativas de vida; otros se sienten insatisfechos ante la imposibilidad de adelantar sus investigaciones por la carencia de lo indispensable. Jóvenes que han ganado concursos al enfrentar la realidad de sus menguadas posibilidades, optan por renunciar. El problema se objetiva además por el hecho de que en número significativo, muchos concursos no se procesan por falta de aspirantes. También es indicativo y causa mucha preocupación que los estudiantes que termina  su carrera con notas sobresalientes (Cunlauden, Sumacunlaudes y Magnacullanden) no ingresan como profesores a pesar de que representan el relevo profesoral deseable.

En el caso del retiro estudiantil, es fácil suponer la frustración personal y familiar, dada las esperanzas personales y las expectativas de las familias, en muchos casos humildes, que ven en sus hijos graduados en centro de su emotividad y orgullo. No es posible estudiar el Mérida si no se cuenta al menos con unos 70.000 Bs mensuales y eso para muchos es imposible.