Razones y pasiones: ¿Resignación?

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

No hay nada más inconveniente entre nosotros  ante la situación que vive el país, resultado de los desmanes e ineficiencia del Gobierno, que  resignarnos a aceptar pasivamente lo que pasa, como si se tratara de un desiderátum incontrovertible, y, en función de ello, acoplemos pasivamente nuestras conductas , acciones y relaciones a algo que contradice lo que hemos sido y lo que definimos como nuestra posibilidad de futuro, aún a sabiendas de que todo se origina en arbitrariedades inadmisibles.

En otras palabras, cuando nos resignamos acepamos una situación social por indeseable que sea y en consecuencia, se deja de luchar contra ella o se dejan de buscar soluciones. Por supuesto que resulta importante considerar que la resignación es válida cuando nos enfrentamos a algo inevitable, como puede ser, por ejemplo, la muerte de un ser querido, pero no cuando lo indeseable se puede revertir con base a la voluntad y a la “lucha”.

Por eso, aunque seamos obligados por las circunstancias a determinadas conductas y procedimientos, no debemos asumirlas como soluciones, sino como consecuencias, como parte fundamental de lo que pretende el Gobierno en cuanto a que lleguemos a sentir que toda solución depende de él y de nadie más.

Dadas esas aclaratorias ¿Podemos ser indiferentes? ¿Podemos dejar de participar en las actividades de quienes dirigen el proceso oposicionista? ¿Podemos tener como única respuesta la risa, el chiste y el burlarnos a nosotros mismos por lo que se nos obliga a hacer?

Sobre el particular ¿Se pueden convertir las colas en una forma satisfactoria de relaciones sociales?  ¿Se puede convertir la escasez  en orgullo de quienes por caminos irregulares la solventan, aduciendo inteligencia superior? ¿Pueden nuestras reuniones familiares y sociales dejar de lado las conversaciones importantes, sobre temas relevantes, para convertirlas en un centro de información constante de dónde y cómo se consiguen los productos básicos? ¿Pueden  aceptarse los aumentos salariales, siempre insuficientes, simplemente con decir:

“Más vale pájaro en mano que cien volando”? ¿Puede el intelectual, con conformismo, considerar como una solución al no poder comprar los libros que le son necesarios, leer de nuevo los que tiene en su biblioteca? En fin, ¿Podemos someternos como definición resolutiva a  aceptar como válida la conocida sentencia “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”?

“La inteligencia resplandece al contacto con la dificultades, como el fósforo se enciende al ser frotado en una superficie áspera” (Gregorio Marañón)