Razones y pasiones: El valor de la alegría

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…
 

Nadie entre nosotros, incluyendo a cientos de seguidores de este régimen que  lleva 19 martirizado al pueblo venezolano, deja  de entender que hemos venido transitando un camino  lleno de zarzales y que hasta el momento ha sido difícil de desbrozar por razones que se conocen, analizadas con mayor o menor profundidad en función de la capacidad  crítica de cada quien. Esto último, también en ello debemos estar claros, determina un espectro de impactos, es decir, de reacciones que van desde la aceptación absoluta, sea cual sea el efecto personal y familiar,  hasta el rechazo absoluto.

Nos han robado todo: la tranquilidad; la posibilidad de adquirir adecuadamente la alimentación; la calidad de vida; la capacidad adquisitiva; en muchos la estructura familiar; la calidad de la educación incluyendo la universitaria por efecto de la deleznable decisión de ahorcarla económicamente; han expropiado a diestra y siniestra convirtiendo lo productivo en entelequias que solo han servido para la propagada demagógica; han abolido la neutralidad del ejército convirtiéndolo en parte del partido que sustenta el régimen, violentando en muchos casos lo establecido constitucionalmente; han vaciado en los bolsillos de los corruptos el dinero  que se debió emplear en obras públicas, en la salud y la educación; mesiánicamente han llevado a la relajación y disminución de la creatividad  y del poder de decisión de los hombres que forman las masas, convirtiéndolos en entes pasivos que esperan la resolución de sus problemas mediante la “dádiva” del paterno “dador”, o como se decía de Stalin, “del padrecito”.

Pero, y esto es relevante decirlo en las fiestas del adviento, no pueden robarnos la alegría. No se puede seguir con la cara macilenta, exigua, mirando al piso, sumiéndose en el conformismo y viviendo a la espera de que alguien, en especial las organizaciones internacionales, puedan algún día, a lo mejor cundo ya  todo este devastado, aparecer como “los salvadores”. ¡N0! Debemos mantener la alegría de vivir aunque las condiciones materiales no sean del todo satisfactorias. Vivir en la alegría de la esperanza, poniendo cada uno de nosotros una o varias semillas de  mostaza en el logro autónomo de la recuperación democrática. Debemos mantener la alegría que como emoción o sentimiento vigente, sustente a plenitud los momentos placenteros que inevitablemente han de aparecer en nuestro horizonte. No podemos dejar de vivir la alegría y la paz que nos produce en el corazón  la certeza de que Jesús es el verbo encarnado, redentor del hombre. No importa si  hay o no hallacas en el número deseado, si no hay luces de navidad, si no podemos renovar el pesebre o el árbol de navidad, si no hay fuegos artificiales; lo que importa es que tenemos creencias que mantienen vívida la  convicción de que lo importa  está predominantemente más allá de lo material, que de ninguna manera puede traducir tristeza o desolación.