Regalito se murió

“Si tuviera azúcar, le colara café pero me quedé sin agua”. La frase indica la inopia injusta que hoy soportamos los venezolanos, con el sucesivo cambio cultural que ello implica. Esa horma que por generaciones nos hizo espléndidos, pródigos, generosos y “buena gente” ha tocado fondo de manera forzosa y, penosamente, pareciera no tener regreso.

En los hogares de cualquier lugar, y en los andes con mayor razón, el amigo que llegaba, el familiar que nos visitaba o el vecino que se acercaba, siempre contaba con el cordial cafecito de bienvenida que servía para estrecharlazos de afinidad, entablar un negocio o vincular afectos fraternos. El argumento no era traba para la buena atención hogareña.

Si la hora se hacía propicia, los anfitriones no tenían inconveniente invitara compartir la mesa, dado el nivel de cercanía y amistad. Nadie reparaba en un cafecito bien servido, el almuerzo o cena con quien llegara a nuestra casa. Refrendo; eso era parte de una cultura labrada con la fe del carbonero y el venezolano se distinguía por el talante de su bonhomía.

La trillada frase: “situación país” nos arrebató ese signo tan venezolano de la magnificencia familiar, de la hospitalidad hogareña y del grato don de gentes con que se nos conocía allende la frontera. Ahora “y por esa razón” somos sórdidos en la adhesión amistosa, esquivos a compartir entre amigos, renuentes a platicar tras la tacita de café en la mesa del vecino.

En el cafetín ya no hay la servilleta del buen servicio, la barbería relegó el caramelito que mitigaba el llanto del chico, los dispensadores de agua en sitios públicos brillan por su ausencia, los vasitos huyeron de la fiesta y la piñata trae más polvillo que golosinas. Qué de cosas pudieran decirse en un país donde se esfuman detalles que antes nos delataban generosos.

Ya nadie invita un café, ofrece un almuerzo entre amigos o atrae conversa con una torta, helado o refresco. Todo se va trocando en trivial y es que aquellos iban más allá del nimio gasto; lo notable era la plática, compartir un afecto o intercambiar la amistad. Hoy todo ahuyenta la cultura histórica del venezolano y quizá por esto es que cobra fuerza la expresión: “Regalito se murió!”

Por: Ramón Sosa Pérez