En su homilía de la Misa celebrada ante el Mausoleo “John Garang” de Yuba, el Papa Francisco animó a los fieles de Sudán del Sur a volverse luminosos, irradiando la luz de Dios, acogiendo la luz de Cristo, y a ser sal también en esta tierra, a pesar de las heridas, la violencia que alimenta el veneno del odio, y la iniquidad que provoca miseria y pobreza

 

Tras haber saludado al personal y a los benefactores de la Nunciatura Apostólica en Yuba este domingo el Papa Francisco se dirigió en automóvil al Mausoleo “John Garang”, distante poco más de 2 km, al igual que el arzobispo de Canterbury y el Moderador general de la Iglesia de Escocia que lo acompañan en esta última etapa del viaje apostólico, en que primero estuvo en la República Democrática del Congo y ahora, concluye en Sudán del Sur.

A su llegada al Mausoleo el Santo Padre, antes de celebrar la Misa pasó entre los fieles a bordo del papamóvil, junto al arzobispo de Yuba para saludarlos en la gran plaza que puede acoger a poco más de cincuenta mil personas.

En su homilía el Santo Padre comenzó recordando las palabras que el apóstol Pablo dirigió a la comunidad de Corinto, en su segunda Lectura, que Francisco hizo suyas para decirles: “Cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado (1 Co 2, 1-2)”. Y añadió:

Sí, la inquietud de Pablo es también la mía, al encontrarme aquí con ustedes en el nombre de Jesucristo, el Dios del amor, el Dios que realizó la paz por medio de su cruz; Jesús, Dios crucificado por todos nosotros; Jesús, crucificado en quien sufre; Jesús, crucificado en la vida de tantos de ustedes, en muchas personas de este país; Jesús resucitado, vencedor del mal y de la muerte”.

Vatican News 5-2-2023