Por Germán Rodríguez Bustamante….
La coyuntura presente en Venezuela en este momento, coloca a la sociedad a una prueba de fuego entre la participación electoral o la abstención a un proceso electoral convocado por el régimen. El cual es realizado de forma desespera como estrategia para resolver las nebulosas, que cubren el evento del 28 julio del año pasado. La realidad es que, sin la presentación de los resultados desglosados por centros de votación y mesa, las dudas siguen presentes. Difícil será cubrirlas con la presente convocatoria. Obviamente argumentos de lado y lado existen, dividiendo a los actores políticos en la posición más favorable en el contexto actual. Sin embargo, hasta la fecha la balanza se inclina hacia la no participación por la poca credibilidad del ente electoral y la falta de integridad del sistema electoral.
La resistencia civil expresada el 28 de julio fue una forma de acción política, consistente en la ejecución de estrategias que no significaron violencia contra el contrario, sino que se orientó a seducir a los votantes, para que voluntariamente decidiera no seguir depositando su obediencia y cooperación a una coalición o grupo, que controla el poder. En definitiva, fue la negativa de los ciudadanos a aceptar las condiciones de vida que son impuestas bajo el engaño, la coerción y la fuerza. La noción de resistencia conlleva al ejercicio de una acción de oposición, es decir, a negarse o no ceder ante las abusos y barbaridades cometidas desde el poder. Visto el resultado oscuro presentado por el CNE, los ciudadanos se sienten decepcionados, por las barreras, obstáculos y persecuciones realizadas, para evitar que la resistencia electoral pudiera materializar el cambio.
La idea de no violencia introducida originalmente por Gandhi, se refiere a aquella forma de acción social que supone una negación del impulso a comportarse con violencia, a pesar, que las situaciones puedan justificar su uso. Las condiciones impuestas por el régimen venezolano a su población, es una violencia simbólica, imponen significaciones y las hacen parecer como legítimas, violentando todo el andamiaje legal. Las personas quedan aisladas fuera del marco institucional, sin poder recurrir a ninguna instancia, para solicitar el respeto de sus derechos fundamentales. La convocatoria apresurada de elecciones parlamentarias, de gobernadores y consejos legislativos, es una muestra de la violencia ejercida desde el poder para doblegar el ánimo de los ciudadanos.
La abstención activa es una forma de lucha cuando los sistemas electorales son relativamente confiables, que puede manifestarse en un voto en blanco o un voto nulo. En el primer caso, el elector cumple con su deber ciudadano y manifiesta implícitamente apoyo al sistema político, pero también expresa un rechazo a las opciones de partidos, candidatos o programas que se ofrecen en una elección determinada. En el segundo caso, del voto nulo, no es posible ni siquiera imaginar si el votante trató de expresar algo voluntario, o sólo fue involuntario. Ambas premisas pareciesen difíciles de cumplir en el contexto electoral venezolano. Votar en blanco o anular el voto no tiene sentido porque el puesto de todos modos será ocupado. Para que no sea así el voto en blanco, impugnado o nulo debe ser la consecuencia: el instrumento de un movimiento social, masivo y muy bien organizado.
Tristemente la convocatoria busca la subordinación de los ciudadanos al poder y guardar su obediencia, cuando los coloca en el callejón sin salida de participar o no. El proceso electoral montado busca legitimar a un modelo que ejerce la violencia sobre unos ciudadanos desarmados, desnutridos y enfermos. Todavía no aparece el campo minado, pero con toda seguridad surgirá para alimentar aún más la abstención. La duda es si efectivamente se puede mantener la lucha electoral, como medio para forzar un cambio y no como estrategia para conservar espacios, de ser así los aspirantes están desconectados de la sociedad, y lo que buscan únicamente es mantener privilegios. La participación por participar, sin objetivos políticos claros tiene los mismos problemas de la abstención pasiva, ya que, en definitiva, no se logra con el voto los cambios que la sociedad demanda.
Establecer una rebelión popular con la participación electoral exige unidad, organización y resistencia, teniendo en cuenta que el gobierno tiene todo el poder para controlar el proceso electoral. Es posible si existe esas tres condiciones que, la resistencia electoral pueda conducir a obligar al gobierno a cometer mayor cantidad de abusos, atropellos e ilegalidades cometidas el 28 de julio. Y que su triunfo en estas circunstancias siga minando su minúscula respetabilidad, reconocimiento y gobernabilidad. Propiciando un escenario para una transición negociada. En definitiva, la participación requiere unidad y una estrategia para vincular la lucha nacional con las realidades locales, para evitar la ruptura entre los
sentimientos del 28 de julio, con los premios locales por gestiones exitosas o por la posibilidad de cambio. Si esto se logra, el gobierno debe cometer mayores abusos que terminen agrietando el acorazado, pero esto hay que propiciarlo y no esperar por acciones internacionales que terminen resolviendo nuestro problema. Es posible que la administración Trump realice acciones en el marco de su doctrina, que obliguen a un acuerdo político respetuoso, pero no depende del venezolano, mientras la clase política debe enviar mensajes claros en el marco de las realidades presentes.
@germanrodri
@germanoveja
23-02-2025
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