Por: Germán Rodríguez Bustamante…
El viceministro de Economía Productiva Miguel Pérez Abad hizo un llamado a los empresarios que poseen cuentas en dólares fuera del país para que traigan divisas y las inviertan. Afirmó que se necesita que los actores del sector privado no cuenten únicamente con los recursos del gobierno, ya que Venezuela es un país bueno y seguro para invertir; de igual manera señaló que necesitamos habilitar un comercio activo, pero eso va a depender de los actores, invocando a “romper el cochinito”. Entiendo su afirmación como un intento de solicitar los mayores esfuerzos de los empresarios nacionales para arriesgar sus ahorros más atesorados en iniciativas de inversión en un contexto absolutamente incierto.
Estimado viceministro, usted fue seleccionado supuestamente por sus cualidades y capacidades para establecer políticas económicas que recuperen la confianza, teniendo presente su condición de empresario en ejercicio, lo cual le permite entender y comprender las problemáticas presentes en la economía venezolana. Es fundamental la incorporación del sector privado para fortalecer la producción nacional; sin embargo, el gobierno debe establecer políticas que le den garantía a las inversiones, los riesgos derivados de un modelo de planificación centralizada, controles generalizados, inseguridad personal y legal son extremadamente elevados, en consecuencia no se trata de invitar a romper el cochinito como estrategia económica, esto puede ser viable si previamente se establecen estímulos para que los inversionistas tengan la intención de exponer los ahorros e invertir en Venezuela.
Lamentablemente en este entorno ni los saqueadores del tesoro público van a colocar divisas en el país, a pesar de que las mismas están depositadas en cuentas de paraísos fiscales y engordadas en estos años de revolución a mínimos esfuerzos. La matanza de los cochinos financieros creo que no pasará, viceministro. Venezuela no es un recipiente seguro para insertar por una ranura los ahorros acumulados por empresarios serios, derivados los mismos del esfuerzo individual y colectivo, la sombra de la corrupción merodea por toda la estructura gerencial pública.
Es deber ineludible del Estado promover el desarrollo de ingresos producto de inversión privada, tanto nacional como extranjera, como mecanismo para generar crecimiento económico y empleo para los venezolanos, pero la atracción y generación de inversiones exige condiciones y garantías adecuadas que promuevan la actividad empresarial y faciliten el impulso económico privado, a fin de que los beneficios sean extendidos a todos los ciudadanos. En este marco, viceministro, su trabajo es diseñar políticas para generar las condiciones y las garantías para que la inversión se materialice en nuestra nación; creo que usted no ha hecho nada para que esto ocurra y seguir con la fábula de la guerra económica y el cerco financiero internacional no son señales para recuperar confianza. Asuma, como empresario que es, la tarea de corregir los errores del modelo. Las estimaciones de inflación para este año por encima de 400 % y cercana al 1.000 % para el año 2017, no son indicadores favorables para que los inversionistas estén motivados.
Hasta este momento, más allá del incremento patrimonial de los socios privados en la faja del Orinoco y el arco minero, no existen declaraciones claras para definir los términos y las condiciones para la participación de capital privado en otros segmentos. Los motores siguen sin prender. Mientras exista la tendencia en los círculos políticos revolucionarios sobre las descalificaciones a los empresarios, endosándole todos los problemas de la economía venezolana, es poco probable que exista disposición de invertir más de lo ya arriesgado; por el contrario, observamos la fuga de empresas trasnacionales o la minimización de su actividad local, como consecuencia de pérdidas importantes derivadas de retención de dividendos y deudas gubernamentales castigadas por el control cambiario. Un gobierno contaminado por posiciones ideológicas no comprende la importancia de la cooperación para el desarrollo cogestionado entre el sector público y privado o al menos sustancialmente impulsado por los grupos empresariales. El sector privado debe ser un aliado clave o hasta un “socio igualitario” del gobierno, para que ambos se conviertan en donantes de políticas y proyectos. En este desastre en el cual los ciudadanos sobrevivimos es impostergable revisar, con la profundidad del caso y la consulta extendida a todos los sectores y factores políticos, el rol de Estado en la economía. Las desgracias generadas como resultado del papel del Estado empresario salta a la vista, con consecuencias perjudiciales en la calidad de vida de la población en general, excepto para un grupo de privilegiados a los cuales los efectos no los alcanzan. Estimado viceministro, no es la hora de romper el cochinito; es la hora de cambiar el modelo económico.
ULA – FACES
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