Por: Germán Rodríguez…
El año 2018 inicia con decisiones desquiciadas, impuestas y totalmente desconectadas de las realidades que vivimos los venezolanos. El incremento del salario mínimo y del bono de alimentación recientemente anunciado por Maduro, pone al desnudo la ignorancia de la Dictadura gobernante, en materia de políticas coherentes de asignación de precios en la economía. La política salarial es un conjunto de principios que ayudan a una Organización o al Estado en la administración de remuneraciones, la cual debe ir cambiando de acuerdo con las circunstancias que se puedan presentar en los contextos. Son directrices, orientaciones, criterios y lineamientos conducentes a fijar los sueldos y salarios del factor trabajo, de acuerdo con los “intereses, necesidades y posibilidades del entorno económico”. La canalla mediática del régimen vende como un tremendo éxito los incrementos del salario mínimo y del bono de alimentación, realizados de forma hemorrágica; lamentablemente en la realidad reflejan el fracaso de la política salarial. No se han terminado de asimilar los efectos financieros de los aumentos anteriores, cuando se hace urgente un nuevo ajuste para intentar alcanzar los incrementos de los precios de los bienes y servicios integrantes de una cesta determinada como básica. En este marco de gestión revolucionaria no existirá ajuste que recupere el poder de compra del salario, ya que las políticas generan presiones inflacionarias mayores a los ajustes decretados, en consecuencia la brecha entre la cesta básica y el salario requerido para cubrirla será cada día mayor.
Los ajustes de salarios realizados sobre la base mínima y el disfraz utilizando el bono de alimentación introducen perversiones malignas que afectan la seguridad social de la clase trabajadora, en el último incremento decretado el bono de alimentación representa el 68,89 % del salario integral, hecho que demuestra la bonificación del salario y la destrucción gradual del poder compra del mismo. La protección social del pueblo y que el Estado democrático y social, de derecho y de justicia garantiza a los trabajadores y las trabajadoras, la participación en la justa distribución de la riqueza generada mediante el proceso social de trabajo, como condición básica para avanzar hacia la mayor suma de felicidad posible, como objetivo esencial de la Nación que nos legó El Libertador, es pura retórica, inútil y engañosa para justificar los decretos. La Dictadura con sus políticas expone el desprecio que le tienen a la clase trabajadora, incrementos salariales impuestos sin la participación de los empresarios representados en sus asociaciones y los trabajadores en sus organizaciones sindicales, son medidas insuficientes para resolver el problema grave de la destrucción acelerada del poder de compra del salario.
Los incrementos son financiados por expansiones monetarias lo cual genera presiones inflacionarias brutales, que en parte explica los niveles de hiperinflación presente en la economía venezolana. La revolución se acostumbró a compensar periódicamente los incrementos de precios con aumento de salarios, generando un círculo vicioso que deteriora a la economía en su totalidad, en consecuencia es previsible esperar en el muy corto plazo otro ajuste en el salario mínimo para intentar remediar la hiperinflación desatada.
Para guinda del hojaldre ante la situación precaria de las finanzas públicas, pretenden “empapelar” el bono de alimentación. Sin entrar en interpretaciones legales y procedimentales acerca de los trámites para que la estructura de gestión cumpla con el decreto; existe la posibilidad que el régimen nos imponga unos tiquetes generales para todos los trabajadores de la administración pública centralizada y descentralizada, para intentar acabar con la crisis del efectivo, versión difundida por el Ministro del Trabajo. La realidad nos dirá otra cosa y el hambre y la desazón del venezolano serán más elocuentes. En la actualidad es toda una odisea poder acceder a los bienes y servicios contando con el bono de alimentación en efectivo, no quiero imaginarme lo que puede ocurrir si el efectivo en cuenta es sustituido por tiquetes. La administración de los cupones con toda seguridad se convertirá en un nuevo campo fecundo para la corrupción. La crisis del efectivo será mayor, la ausencia de los billetes encarecerá mucho más los precios de los bienes y servicios, los cupones de alimentación se convertirán en cupones de racionamiento hipócritas, para buscar ocultar el naufragio del modelo de gestión pública llevado por este nefasto y decadente régimen. Para finalizar no espero desembarcos de la corbeta Leander moderna, ni siquiera de la piragua de Guillermo Cubillo, invito a quienes proponen esa solución que por lo menos se atrevan a asaltos tímidos en República Dominicana este 11 y 12 de enero. Aspiro e invoco los más altos sentimientos patrióticos de quienes nos representan en la supuesta mesa de dialogo en Santo Domingo, para que coloquen en el centro de la negociación los problemas fundamentales que padecemos los venezolanos. Obviamente en esta coyuntura es necesario y fundamental un gran acuerdo nacional para salir de esta crisis, ante que se puede transformar en una desgracia humanitaria.
@germanrodri
@germanoveja