El hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa
(Mateo 19, 5)
En el discurso sobre el pan de vida los judíos malinterpretan las palabras de Jesús; en efecto, San Juan les anota la siguiente pregunta, «“¿cómo puede éste darnos a comer su carne?”» (6, 52). En este tercer día de la novena, (23 de abril de 2021) sobresalió este propósito, «“Beato José Gregorio intercede por los matrimonios”».
Inmediatamente se inquiere, ¿cómo relacionar el anuncio del pan de vida, la inquietud de los judíos respecto al mismo con la temática estipulada? Jesús presenta los términos carne y sangre. Ahora, ¿para Jesús estas realidades son otras, distintas a las que el hombre posee, que constituyen su cuerpo, y conoce? En la historia emergió la herejía de los cátaros, la cual niega que Cristo tuviese cuerpo humano; problematizan la eucaristía, y el matrimonio. La eucaristía, porque se proveen realidades materiales, pan y vino; el matrimonio, porque implica la unión física. Pero, ¿qué razón expone para tal contrariedad? El cuerpo material es de materia defectuosa, impura; por ende, procrear hijos era condenarlos a dicha infección innata. Aceptaban sólo lo espiritual. Cosa de por sí absurda; y las mismas palabras de Jesús la replican, «“el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”» (Jn 6, 56).
En este día se pidió a san José y a José Gregorio, rogar por los matrimonios, y la frase del Señor «“[…] Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes”» (Jn 6, 53), motiva a la firmeza de la oración en cuanto reconocimiento de la vida con Jesús.
Los padres del Beato José Gregorio confesaron en sus personas aquel principio de Cristo. Ellos, de carne y sangre, comprenden y confirman el elemento primordial, el amor, según el cual unen íntegramente sus personas en el vínculo sagrado del matrimonio. Jesús, refiriéndose al Génesis (2, 24), subraya, «“[…] el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo”» (Mt 19, 5).
En estos párrafos bíblicos aparece la expresión carne y uno solo. Éstas señalan, de un lado, Jesús da su carne y su sangre, su vida, para que el hombre se sostenga; y de otro lado, los esposos se sacrifican solidariamente para que cada uno pueda vivir del otro, fortalecerse por el otro. Benigno Hernández y Josefa Antonia Cisneros, para acceder a esa alianza conyugal franquearon, como sucede en muchos casos, ásperas situaciones. Y en éstas, faltando lo preferente (el amor), los novios concluyen cediendo a las asperezas.
Se relata, por ejemplo, que, ante las amenazas de perjudicarlo, Benigno decide alejarse de Boconó, donde residían las familias de ambos pretendientes. Envía un recado a su prometida en el cual le asegura, «“mi querida Josefa Antonia: Me persiguen. A media noche escaparé. Me aguardarás a la reja. La distancia no disminuirá nuestro amor. Tuyo, Benigno”». Por supuesto, la respuesta de su enamorada para nada fue la de apocarse, todo lo contrario, le espera provista a partir con él; y, continúa el relato, «“— me marcho contigo […] Ten mucha confianza en Dios, y vámonos”». Él no le muestra desacuerdo por su osadía, no le expone los peligros a encontrar; con determinación le señala, «“—si así lo quieres, que Dios nos ayude. Vámonos”».
Cuando se destaca las expresiones bíblicas carne y uno solo, y a la vez se aprecia el tenor de estas locuciones de los enamorados, la distancia no disminuirá nuestro amor; me marcho contigo, ten mucha confianza en Dios; si así lo quieres, que Dios nos ayude, ellos perciben que no se trata de un deseo a secas, sino que renuncian a sí mismos, para vivir el uno para el otro; personifican en su humanidad las palabras de Jesús, «“lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu”» (Jn 3, 6). De hecho, el 22 de octubre de 1862, contraen matrimonio. Los padres del Beato José Gregorio, repasando este aspecto de su biografía, puntualizan, antes que todo, la confianza, el mutuo acuerdo, según el cual testimonian, como es obvio, que el peso de las dificultades no se apoya sobre las espaldas de uno solo; y, desde luego, la fe en quien ha dicho, «“mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”» (Jn 6, 55), ha de ser honesta, pues desde la salud que comunica tal alimento, la carne y la sangre de sus creaturas, no caduca en sus meras limitaciones y apetencias.
De ellas no procede cualquier cosa, sino una noble y leal descendencia. De Benigno y Josefa Antonia, arrancan al esplendor de la existencia siete niños, María Isolina, muere meses después de su nacimiento, José Gregorio, María Isolina del Carmen, María Sofía, César Benigno, José Benjamín Benigno y Josefa Antonia. Estos papás del beato venezolano, por su matrimonio y su prole, reiterarían, como tantos en la actualidad, estas enunciaciones al Señor, «porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre» (Salmo 116).
En ese día, 23 de abril de 2021, la Iglesia también recordó a san Jorge. Soldado romano, guardia personal del emperador Diocleciano. Educado por su mamá en la doctrina de Cristo. Al ser martirizado en Nicomedia, por orden del mismo emperador, una vez que se confesó cristiano, los asistentes a su suplicio decían, «“es valiente. En verdad que vale la pena ser seguidor de Cristo”». Y este singular valor, en su época y en su circunstancia, también lo acreditan tanto Benigno y Josefa Antonia como su hijo José Gregorio.
María, reina de los matrimonios, San Rafael Arcángel, san José, ayúdanos a exclamar con plena confianza, «“Beato José Gregorio intercede por los matrimonios”». Amén.
20-10-24
Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.
horaraf1976@gmail.com