Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí
Juan 6, 37
San José y Beato Dr. José Gregorio Hernández Cisneros
El 21 de abril de 2021, celebramos la memoria de san Anselmo de Aosta, obispo y doctor de la Iglesia, y contemporáneamente comenzamos la novena en honor a san José, y al Beato Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. Desde hoy 17 de octubre hasta el 26 de octubre de 2024, en la página comunicacioncontinua.com, rememoraremos reflexiones alusivas a San José y al Beato Dr. José Gregorio Hernández Cisneros.
Ahora, ¿cómo enlazar estas insignes personalidades, desde las cuales la Iglesia esclarece modelos de decidida virtud? En el evangelio de Juan el Señor ofrece una distinguida respuesta a tal pregunta, «“todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera […]”» (Jn 6, 37). En ese primer día de la novena a san José y al Beato Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, propusieron esta temática, «“beato José Gregorio interceda por los niños de Venezuela”».
Jesús dice, todo aquel que me da el Padre viene hacia mí, y primariamente entre quienes van a él están los niños, en efecto, «“dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos”» (Mt 19,14).
¿Cómo se allegaron Anselmo de Aosta y José Gregorio a Cristo? A través de sus padres; pues de la mamá de Anselmo se refiere, muy pía y comprensiva, además, educado por su piadosa madre. De José Gregorio se afirma que Josefa Antonia, su mamá, fue su primera gran maestra. Le enseñó la doctrina cristiana, catecismo, la historia sagrada, a escribir y leer, y elementales conocimientos de matemática. Le dio un cuaderno y le pidió apuntar oraciones sencillas y asequibles para que siguiera el sacrificio de la Santa Misa. Desde luego, cortesía, buenos principios y el santo temor de Dios. Así se distinguió por ser un niño afable, humanitario y virtuoso, al que gustaba ir, muy de mañana, a la pequeña capilla del pueblo Isnotú, a invocar a la Virgen del Rosario, representada en un cuadro al óleo colocado allí en 1847.
Con los enunciados de Jesús, con estas breves pinceladas biográficas de Anselmo de Aosta y José Gregorio, específicamente de su niñez, se encomia esta lúcida invocación del salmista, es decir, «[…] cantemos un himno de alabanza, digamos al Señor: “Tu obra es admirable”» (Salmo 65). La edificación de Dios es sublime; la honra con un esplendor único, ser humano, persona humana, desde la concepción hasta las distintas etapas relativas a su desarrollo físico-moral, «pues es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según él lo había dispuesto de antemano» (Ef 2, 10).
Para que hagamos buenas obras, escribe san Pablo, y, narran que José Gregorio con sus hermanos más pequeños mostraba todo el caudal de su afecto; les fabricaba juguetes, (de trapo y caña), los orientaba a pasear y a distraerse, mientras él leía y escribía. En las cosas modestas, inadvertidas, aciertan con regocijo estas otras palabras del Salmo 65, «admiremos las obras del Señor, los prodigios que ha hecho por los hombres».
Antes se empleó el verbo fabricaba, en relación a los juguetes plasmados por José Gregorio a sus hermanos; y esto orienta a san José, torneador de estructuras de madera, y, de hecho, a Jesús se le llama, hijo de José, el carpintero (Jn 1, 45; 6, 42; Lc 4, 22). San José adoptó afectuosamente a Jesús, él no era su padre natural; pero, Jesús se sujetó a José como un buen hijo ante su padre. Ahora, con lo apenas dicho se vuelve a la frase del salmista, tu obra es admirable, y ella evoca que el infante José Gregorio ingresó a la única escuela del pueblo a la edad de nueve años. Resaltando constancia y un inmenso afán de aprender. Estos rasgos del pequeño José Gregorio, marcados intensamente por la obediencia a sus padres, (Benigno María y Josefa Antonia), a su primer maestro, (don Pedro Celestino Sánchez), tienen un origen inigualable, y elocuentemente santo, el del testimonio de Jesucristo, esto es, «“[…] he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”» (Jn 6, 38). Lo cual enlaza decorosamente con estas reflexiones de Anselmo de Aosta, «“te suplico Señor: hambriento he comenzado a buscarte, que yo no ceda a la privación de ti. Me he acercado famélico, que no me aleje sin haber comido. He venido pobre delante al rico, mísero delante al misericordioso: que no retorne con las manos vacías y despreciado”».
Antes de salir rumbo a Caracas –relatan– a la edad de trece años, la gente de su pueblo salió a despedir a José Gregorio con honda tristeza; sin embargo, él se mostró gozoso y despejado, porque emigraba a concretar su noble ideal. En cierto sentido se reanuda lo aludido por Anselmo de Aosta en la petición dirigida a Jesús, buen Maestro, en quien José Gregorio desde niño confió sin reservas, el cual, rememorando a su mamá, reconoce, me crió en la ciencia de Dios; esta ciencia que, así como para el santo de Aosta, en José Gregorio no cesó de ser su principal sustento, he venido pobre delante al rico, mísero delante al misericordioso: que no retorne con las manos vacías.
En estas vidas sencillas, san José, san Anselmo de Aosta, Beato Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, se entrecruza el acatamiento de un silencio solidario, que no es mero mutismo, sino el cuidar todo su ser educado a acatar el plan de Dios. Éste, desvelado a José cuando el ángel le comunica, «“dará a luz un Hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”» (Mt 1, 21). En la niñez, tal cual en José Gregorio, se abre ese esplendido proyecto de vida, acompañado por los padres que, con sacrificio, educan a sus niños en la lealtad, en el respeto por los otros, por la Iglesia, por Venezuela, por la educación, por el ambiente; porque, a menudo preguntan, ¿qué patria les estamos dejando? ¿Qué vida podrán vivir?
18-10-24
Pbro. Dr. Horacio R. Carrero C.
horaraf1976@gmail.com