Esta reflexión estará dividida en tres explicaciones. Las iré redactando por pasos contados.
La primera corresponde al título, solo el amor crea. Fue dicha por Maximiliano María Kolbe (1894-1941) cuando el oficial-médico nazi le aplicaba la inyección de ácido fénico el 14 de agosto de 1941 en el campo de concentración de Auschwitz. En realidad quienes la escucharon refirieron: al llegar el oficial al Bunker del hambre halló a Kolbe todavía vivo; —él, según testimonios, ayudó a buen morir, encomendándose a María Inmaculada, advocación mariana muy estimada por Maximiliano, a los nueve compañeros—; por eso, emerge en el esbirro la pérfida resolución de matarlo; sin embargo, Kolbe accedió y voluntariamente extendió el brazo; ahora, mientras el otro ser humano le administraba la inyección, —podemos imaginar en ese instante la certera y afable mirada de Maximiliano a su agresor—, le recalcó: «“Usted no ha entendido nada de la vida. El odio no sirve para nada. Solo el amor crea”».
Así, esta primera explicación basada en las palabras de Maximiliano nos conducen al evangelio de Mateo 18, 15-20. Él habla de la corrección del infractor a solas; luego si éste sigue de intransigente, se recurre a reprenderlo ante dos o tres testigos; si aún persiste, es prioritario decirlo a la comunidad y, por último, si no admite razón alguna, entonces ha de considerársele como un pagano o un publicano. O sea, las palabras de Maximiliano, —en efecto, la autenticidad de su amor a Cristo, a la Inmaculada y a San Francisco—, no indican: el criminal, el sanguinario, no tiene remedio, porque a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo nadie le marca la hora de la limitación de su omnipotencia amorosa y creadora; sin duda, su esplendor es intensamente visible dentro de los acontecimientos históricos, incluso en los contradictorios donde la inteligencia humana en diversas oportunidades se paraliza no más que en lo perceptible, en lo indicado a secas por los sucesos, pero no en lo que éstos en el fondo desvelan.
La segunda dilucidación parte de esta idea: en la visión narrada en este día por el profeta Ezequiel 9, 1-7; 10, 18-22, en medio de los seis hombres, cada uno empuñando una maza de destrucción, el profeta describe uno en medio, vestido de lino y ataviado con los avíos de escribano a la cintura. A él el Señor le ordena ir a la ciudad y signar con una señal en la frente a quienes saldrían ilesos del exterminio. Pero –afirmo– el exterminio perpetuado por los hombres está rubricado por el odio y la muerte; al contrario del divino, signado por la actuación de rectificación a nuestro favor que trae la señal del amor, la misericordia y la bondad.
Estas tres palabras, (amor, misericordia, bondad), las certificó Maximiliano, pues, en su vida demostró que la presencia de Cristo obra incesantemente la nueva creación; una nueva relación entre el Creador y la criatura que justifica este verso del Salmo 112 leído en la Misa de hoy: «¿quién como el Señor, Dios nuestro, que habita en las alturas y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?»
Y, en fin, la última explicación parte de esta cita del Salmo 112, y la juntamos al sincero y profundo amor de Maximiliano por la Virgen María, particularmente en el dogma de la Inmaculada Concepción (Pío IX 1854). Kolbe tuvo la capacidad de armonizar el recorrido de su existencia junto a María enlazándolo estrechamente a Jesucristo camino, verdad y vida, y en tal trayecto encontró tantos hombres y mujeres de todas las edades que le planteaban cuestiones muy serias a las que respondía con la generosa brega de cultivar en ellos un sueño y una esperanza.
En efecto, su genuino afecto a la Virgen lo condujo a fundar la “Milicia de la Inmaculada” (1917); el pequeño periódico titulado “El caballero de la Inmaculada” (1922); en Varsovia sobre un terreno concedido por el Conde Lubecki, implantó “Niepokalanów”, “la Ciudad de la Inmaculada” (1927); parte como misionero a Japón y llega a Nagasaki (1930), y ahí con el permiso del obispo inició la publicación en lengua japonesa del “Caballero de la Inmaculada”; en el monte Hicosan, situado a los derredores de Nagasaki, construyó otro convento-ciudad llamado “Mugenzai no Sono” (“Jardín de la Inmaculada”); regresa a Polonia (1936) donde a partir de 1939 comienza el hostigamiento hacia su persona y el 14 de agosto de 1941, nueve años antes de la declaración del dogma de la Asunción (Pío XII 1950), recibe la palma del martirio, en el cual, además de sus palabras citadas al principio de esta reflexión, los testigos aseguran la vociferación de esta otra breve exclamación: «“¡Ave María!».
Bibliografía:
Bonfanti, Eleonora, «Gli orrori della Guerra e di Auschwitz, il “folle” dell’Immacolata, martire dell’amore», en: Informazione Cattolica, https//:www.informazionecattolica.it (Visto 11-08-24).
Famiglia Cristiana, «San Massimiliano Maria Kolbe, il martire che ha reso meno disumano Auschwitz», en: https//:www.famigliacristiana.it (Visto: 11-08-24).
Massimiliano Maria Kolbe (1894-1941) presbitero, martire, O. F. M. Conv., en: https//:www.vatican.va (Visto 11-08-24).
14-08-24
Pbro. Horacio R. Carrero C.
horaraf1976@gmail.com