Primer día de la semana, faltaban 4 minutos para las 8 de la mañana y una tenue neblina cubría las cimas de la Sierra Nevada; sin embargo, un resplandeciente cielo azul presagiaba buenas condiciones meteorológicas para recorrer parte del camino que en febrero de 1785 vio pasar las recuas del primer obispo de Mérida, Fray Juan Ramos de Lora. Según algunos versados, los manuscritos y libros del prelado español hicieron parte de las primeras bibliotecas establecidas en los Andes venezolanos del siglo XVIII.

La experiencia tras las huellas de Fray Juan Ramos inició en las cercanías de la vereda de El Pajonal, allí algunos robustos y centenarios árboles son testigos de un pasado de bosques pre montanos y que con las actividades humanas de forma paulatina se convirtieron en potreros y herbazales. A pesar de ello sus copas sin mezquindad dan sombra y seguridad a las aves que se refrescan en las frías aguas del río Mucujún.

Detenerse por un instante, cerrar los ojos y dejarse envolver por el susurro del río puede ser interrumpido por gritos en la lejanía, pero no son los “fantasmas” de los arrieros de Fray Juan Ramos; son jóvenes agricultores que con silbidos dan indicaciones a sus mulas para bajar los productos al mercado de Mérida.

El caudal del Mucujún es tan envolvente que distrae al caminante, pero si este vuelve sobre sus pasos podrá contemplar la magnificencia del otro ramal en el que se bifurca los andes merideños y que es la sierra Norte de La Culata. Detrás de sus laderas persisten los caminos prehispánicos que comunicaban a las poblaciones aborígenes con lo que hoy se conoce como la vertiente sur del Lago de Maracaibo.

Luego de un ascenso empinado se llega a una explanada que funge como mirador y donde es casi posible tocar las nubes que se mezclan con viejos y descoloridos tejados. Allí se divisa el azul del cielo y en los árboles todas las variaciones posibles del verde; gran locación para los artistas plásticos que quieran representar la sencillez de la naturaleza y que sin duda también cautivó a Fray Juan Ramos y su séquito.

Sin importar el sol algunos tramos del camino resultan refrescantes, pues las elevadas copas de los árboles ofrecen sombra y capturan los vientos serranos que descienden de las cumbres. Cada paso muestra el maravilloso equilibrio de la naturaleza y la manera como el habitante local ha buscado su lugar en este pedacito de paraíso.

El camino que por años ha despertado el interés de naturalistas e historiadores se topa en el sector conocido como El Vallecito con una ermita erigida (1919) en honor a la Virgen de Las Mercedes. Cuenta la tradición popular que su imagen arribó en las postrimerías de la guerra Federal venezolana y hoy es espacio de peregrinación cada 24 de septiembre para propios y foráneos, siempre en el suntuoso marco de la Sierra Nevada y uno que otro resquicio de sus glaciares.

El camino de Fray Juan Ramos de Lora ratifica que su proximidad y casi inmersión en el perímetro urbano no puede ser un factor para restarle trascendencia, ya que es infinito el aprendizaje que ofrece desde múltiples ciencias y saberes; además permite consolidar el sentido de pertenencia y ciudadanía que en lo variopinto de la naturaleza ve la fórmula para convivir en paz, con fraternidad y en la búsqueda constante de un mejor porvenir universal.

La identidad de una sociedad se cimienta en eventos históricos simples, sin ínfulas de supremacía; solo con una visión de construcción colectiva y para ello es importante conocer la historia, valorarla, replicarla en sus aspectos positivos y en particular VIVIRLA.

Por: Antonio Rivas

Especialista en Desarrollo Sostenible y Turismo comunitario y rural.

23 de septiembre 2025

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