Una ilusión llamada Petro

Por: Germán Rodríguez Bustamante…

 El dinero comienza en la historia humana con la utilización de metales preciosos como forma de pago, en Mesopotamia, alrededor del año 2.500 antes de Cristo. El dinero es cualquier objeto de valor que se pueda identificar, que es aceptado de forma general y sirve para el pago de bienes, servicios y deudas en un mercado.

A finales del año 2.017 Maduro anunciaba la creación de una criptomoneda denominada “Petro”, como herramienta para contrarrestar la crisis económica que padecía el País. La fulana moneda digital permitiría avanzar en nuevas formas de financiamiento internacional, para el desarrollo económico y social de la Nación. Maduro señaló como una novedad que ningún País del planeta había emitido y respaldado una criptomoneda, ni siquiera las economías más sólidas del planeta. De igual manera anuncio que era la única respaldada por bienes físicos: petróleo, oro, coltán, gas y diamante. Ignorando que el respaldo de las monedas digitales, es la confianza de quien la emite para un grupo digital particular, en consecuencia, el fracaso del festín cibernético estaba cantado. Las principales criptomonedas son dinero digital, no están sujetos a ningún tipo de supervisión, control de gobierno o de Bancos Centrales, y no tiene bienes físicos que lo respalden. Funcionan en el mercado fiduciario. Tiene que existir la aceptación de las partes involucradas para que las operaciones en criptomonedas funcionen. Operan por confianza no por obligación.

Ante el fiasco del dinero analógico social, invoco a los espíritus de la sabana y al pajarito para revivirlo, solicitando a los venezolanos el sentimiento de solidaridad para que el cadáver cibernético saliera de su letargo en el 2.018. En febrero se da la emisión del Petro, preparando al mercado digital para la descomunal demanda que tal fantasiosa idea tendría. Lamentablemente como era previsible no existió demanda, la desconfianza generada por la pésima administración del emisor y los niveles descomunales de corrupción la perturbaron. Crearon una superintendencia de criptomonedas y un observatorio nacional de Blockchain, sin embargo, las estructuras burocráticas revolucionarias, no mejoraron la confianza, muy por el contrario, la extinguieron. Elaboraron un decreto, para pretender imponer condiciones a los mercados digitales como: el precio de entrada, el respaldo por bienes físicos a elección del gobierno y la libre convertibilidad con otras criptomonedas. Culmino el 2.018 y el Petro no experimento el menor “aleteo”, no pudo despegar de la superintendencia, en otras palabras, se quedó en los servidores. Un País en la ruina y quiebra total, no puede trasmitir confianza en un mercado tan impersonal como el de criptomonedas. La invención de la recaudación de 5.000 millones de dólares no es creíble, no hay información de los supuestos inversores, lo que pone en duda la seguridad de la criptomoneda. En definitiva, no lograron recoger ni un dólar, más allá de los respectivos lavados de trapitos manchados de la banda de delincuentes. Es importante tomar en cuenta que, al intentar respaldar el dinero digital con bienes nacionales, comprometen a la Nación y requieren la aprobación de la Asamblea Nacional. En definitiva, más oscuridades para una fantasía tropical.

El precio del fulano “Petro” ha sido manipulado por el régimen, en primer lugar, para la determinación del salario mínimo utilizaron al Petro, en virtud de la deficiencia del flujo de caja de la Tiranía, los precios crecen bajo el arbitrio de la referencia, pero los salarios se quedaron en medio Petro imaginario. El chofer del autobús acabo con la política salarial. La muletilla del régimen vuelve a aparecer y en un acto de ilusionismo: el usurpador y el vicepresidente del área económica anuncian la obligatoriedad de las personas jurídicas y naturales, a llevar la contabilidad de sus operaciones en bolívares y Petros. Obviamente existen muy pocas empresas que aceptan desde su creación al Petro, casi en su gran mayoría receptoras de beneficios financieros del régimen. Algunos han utilizado al dinero digital como medio para preservarlo, ante la inmensa inflación que padecemos. Pareciera un mecanismo para evitar las sanciones personales aplicadas por la administración Trump, que facilita el intercambio de digital de dinero en Naciones asociadas, aprovechando el secreto de las criptomedas en esas latitudes.

Lo concreto es que la imposición trae un nuevo inconveniente al aparato productivo privado nacional, ya afectado por las equivocadas políticas económicas y el cerco tributario impuesto por el régimen. La nueva reconversión en puertas será digital, la supresión de ceros puede ser infinita. El Bolívar fuerte, paso a soberano y el próximo será el analógico, extinguiendo gradualmente nuestra moneda.  La improvisación y las malas decisiones han dictado el destino de una criptomoneda con muy pocos fanáticos. El régimen, en su afán por promocionar su propuesta, ofreció maravillas durante los primeros meses tras anunciar la creación del instrumento financiero. Las palabras quedaron en nada y muchas de las ideas que acompañaron el proyecto en sus primeros alientos, quedaron en el papel. La pretendida imposición del Petro en los registros contables, producirá ganancias y pérdidas por exposición al cambio de la criptomoneda. Desconocemos cómo será el tratamiento contable y tributario de tales implicaciones. La ignorancia y la improvisación arropa todos los procesos de decisión de la Tiranía, sacan propuestas como palomas de un sombrero de mago. Desde Petro joven, Petro vivienda y Petro contable los anuncios no son más que ficciones que buscan distraer a un pueblo, que exige soluciones factibles para problemas reales. Así como el muro de Berlín fue derribado el 09 de noviembre de 1.989 por su inutilidad, la Tiranía será derrumbada por su incapacidad, negligencia y corrupción en la conducción de los destinos de todo un País. El próximo 16 de noviembre debemos reclamar por nuestros derechos, para evitar que la miseria colectiva sea la condición para sobrevivir.             

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