Unos magos de oriente
(Mateo 2,1)
Día de los Reyes
La ciencia en beneficio de la claridad irradiada del pequeño Jesús, hemos visto su estrella, hemos venido a adorarlo. Y, mejor aún, la ciencia del pequeño del pesebre irradiada en la persona de los magos a toda la humanidad.
Vayan a averiguar cuidadosamente, pide el rey Herodes a los Magos; pero, ellos, (medos, persas o árabes), ya habían estudiado de tal forma, cuidadosamente, el advenimiento de Cristo, mucho mejor que el monarca de poca ascendencia israelita.
Cierto, el que vieron en brazos de María, al pastor de Israel, tal como los sumos sacerdotes y escribas los describieron a Herodes, no solamente ilumina a Israel, sino a todos los pueblos.
Dante, Petrarca, Boccaccio, definen a estos singulares personajes rememorados por Mateo: maestros, sabios (Italia), Filósofos (Grecia), o bien, sacerdotes; escribas (India), Magos (Persia); además, concretan: magi (Magos) in sapienza magni, o sea, “grandes en sabiduría”.
En efecto, al señalar no solamente ilumina a Israel, sino a todos los pueblos, subrayamos: para llegar, entrar al lugar donde está el pequeño, contemplarlo con los ojos bien abiertos de estupor y alegría, requiere a todos perseverancia y empeño.
Filón de Alejandría, judío residenciado en Alejandría de Egipto entre el 40 a.C. y el 40 d.C., dice acertadamente al respecto: Israel es el nombre de alguno que está empeñado en un combate —alude a la lucha de Jacob y el ángel (Gn 32, 22-30)— arduo y exigente; así, la contemplación del auténtico Dios, hemos visto su estrella, nos hace perseverar en dicho objetivo aunque en tal pugilato la evidencia de lo más sublime pareciera oscurecérsenos por el cansancio, por las desilusiones que incluso pasajeras simulan indefinición, o por la argucia de los charlatanes, avísenme para que yo también vaya a adorarlo (Herodes); entonces, en tales escaramuzas nos conviene perseverar como los Magos —este término también significa, “permanecer estupefacto”, “estar en posición erecta”—, con el fin de distinguir por qué el pequeño en brazos de María es el Enmanuel, el Dios-con-nosotros.
Israel, de ningún modo es el nombre de quien hace brillar otro tipo de luz, sino el de quien a través de su ciencia hace resplandecer la Sabiduría Divina tanto en los momentos de tensión y tribulación como en los de solaz y regocijo. La luz del pesebre de Cristo tampoco coincide con la de la ráfaga, el dron o el mísil, sino con la de la justicia, la bondad, la verdad, con las que a cualquiera hiere de amor.
Esforcémonos en el combate de la vida por lo mejor. Y éste lleva al nombre de un destinatario inmensamente generoso: el niño Dios. Aunque niño, no nos exige ser como Él, sino en todo contemplarlo como quien real y amablemente ES.
06-01-25
Pbro. Horacio R. Carrero C.
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