Por: Germán Rodríguez …
La riqueza y el crecimiento económico de un país se explican en parte por sus capacidades para generar investigación, crear conocimiento, apropiarse de él y convertirlo en nuevas tecnologías. Hoy en día el acceso y la disponibilidad de información y conocimiento no son un problema. Sin embargo, observamos países y empresas que utilizan los conocimientos existentes de una manera más productiva que otros. Las grandes transformaciones que caracterizan al mundo actual responden, en gran medida, a los avances experimentados por el desarrollo de nuevos conocimientos científicos y tecnológicos, a su rápida incorporación en variados ámbitos de la sociedad y a las posibilidades de difusión.
El desarrollo nacional incorpora la ciencia, la tecnología y la innovación como un eje central que permitirá resolver los problemas nacionales, mejorar las condiciones de vida de la población, incrementar la capacidad de producción con valor agregado y tener un mejor conocimiento de nuestro entorno para garantizar sostenibilidad ambiental y cultural.
En Venezuela, en estos años de revolución, con intención y alevosía se ha gestado un proceso de destrucción institucional que ha socavado las capacidades de crear conocimiento y en consecuencia contar con un nivel tecnológico propio. Las universidades autónomas cercadas financieramente actúan con una relativa autonomía.
Las insuficiencias son notables, tanto en infraestructura como dotación de insumos reactivos y material didáctico, restricciones que afectan la calidad investigativa. A pesar de estos cepos algunas instituciones universitarias muestran resultados positivos de su quehacer, ocupando rankings discretos a nivel latinoamericano.
Por otro lado, la toma generalizada de empresas e iniciativas productivas eliminaron las capacidades operativas afectando los niveles de abastecimiento de todos los segmentos intervenidos.
Aunado a este hecho, los sectores productivos incorporados a la estructura de gestión pública fueron transformados en entes burocráticos incapaces de fomentar una cultura de innovación, en consecuencia el capital intelectual se perdió, imposibilitando las mejoras de procesos, productos y servicios. En este marco se produjo una destrucción del tejido productivo, convirtiéndolo en anacrónico, poco competitivo y condenado a corto plazo a ser una chatarra.
Políticas primitivas de controles han producido la ruina gradual de las empresas, castrando la capacidad innovadora y de emprendimiento de los venezolanos. Como si no fuese suficiente el daño generado, se pretende controlar el desabastecimiento escandaloso de alimentos y medicamentos con medidas de racionamiento por número de cédula y últimamente con distribuciones selectivas y politizadas a través de los CLAP. Las alucinaciones experimentadas por los integrantes del gabinete económico de Maduro rayan en lo ridículo, pretenden ahora establecer la obligación de los trabajadores de sectores públicos y privados a trabajar en jornadas especiales en empresas agrícolas, con el imaginario de mejorar la capacidad productiva del sector y resolver los problemas de pobreza extrema que vivimos los venezolanos.
La pobreza es el resultado de un marco institucional débil que margina a los grupos vulnerables. Debilidades referidas a: derechos de los trabajadores, avances insuficientes en la creación de instituciones del mercado de trabajo sólidas, existencia de entornos inadecuados para el desarrollo de empresas y la presencia de mecanismos de gobernanza ineficaces y corruptos. Para que el crecimiento económico facilite la reducción de la pobreza, debe tener una base amplia y evitar descuidar a los sectores rezagados.
Es necesario aumentar la productividad de los pequeños agricultores independientes, implementando intervenciones centradas en la investigación y el desarrollo, el suministro de insumos agrícolas y en mejorar el acceso a servicios crediticios, redes de transporte y mercados. De igual manera, es importante el apoyo a la transición hacia la economía formal, los acuerdos de empleos formales es una condición imprescindible para acabar con la pobreza, así como, estimular la creación de empresas sostenibles, para mejorar la base imponible que permitirá financiar programas.
En este momento nuestro querido país se encuentra en una profunda depresión, en el foso, en las profundidades más oscuras, sin posibilidades de salir ileso los ciudadanos de ese trance. Las soluciones instrumentadas carecen de fundamentación económica, social y política, con lo cual profundizarán la crisis afectando la calidad de vida de los venezolanos en su gran mayoría. Quedará una élite protegida por el manto del poder, casta política que se niega a entregarlo a pesar de los fenómenos sociales en desarrollo y el desastre de su gestión.
Es inaceptable que un país con recursos humanos y económicos disponibles no haya podido importar la tecnología requerida para construir una propuesta de desarrollo, centrada en nuestra industria petrolera y agregar valor a lo largo y ancho de su estructura. Nos vendieron el socialismo del siglo XXI como modelo para generar la mayor suma de felicidad posible para el pueblo; en la práctica ha producido la mayor frustración posible y la visión más primitiva del desarrollo.
ULA – FACES
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