Venezuela: requiere reestructurar su deuda o su gobierno

Por:Germán Rodríguez Bustamante…

El reciente anuncio del presidente Maduro de ordenar la reestructuración de la deuda contraída por la nación con los mercados de capitales internacionales, es una acción desesperada que intenta ocultar la quiebra total del país.

Declaración que hace luego de reconocer la cancelación de los compromisos vencidos en el mes de octubre. Luce contradictorio que un régimen, que ha calificado a los actores financieros internacionales como inmorales e insaciables, que buscan lesionar la soberanía de los pueblos, cancele con la rigurosidad del caso las obligaciones a su vencimiento; pareciera que la bravuconada no pasa de ser comentarios frescos, la realidad es que el régimen le teme a las repercusiones derivadas de un diferimiento de pagos, sin embargo el “default llego”. Los procesos de reestructuración de deudas soberanas ocurren como consecuencia, de la imposibilidad de las naciones de cumplir con sus obligaciones en el corto plazo y para aliviar la carga del servicio de la misma sobre los presupuestos nacionales se acuerda nuevas condiciones.

En conclusión en el caso venezolano, el cuento es un reconocimiento de la Dictadura del manejo ineficiente y altamente corrupto de los recursos derivados de los financiamientos recibidos. El país en el pasado ha enfrentado procesos de renegociación de sus acreencias, con la finalidad de mejorar su flujo de caja en el corto plazo, en consecuencias la medida no es una novedad para la nación.

Lo triste de la película es que se aborda el programa en las peores condiciones para obtener una ventaja financiera en la negociación, debido al inminente default que arropara a Venezuela a fínales del mes de noviembre. La improvisación sigue reinando en este régimen decadente.

La destrucción experimentada en nuestra principal industria y la dependencia cada día mayor de las divisas generadas por PDVSA, permitía anticipar dificultades serias en el corto plazo para enfrentar los compromisos financieros, derivados de las deudas contratadas tanto por la nación como la empresa. En la actualidad la nación experimenta la más alta calificación de riesgo de su deuda soberana, por encima de países con dificultades aparentes mayores, sin embargo los inversionistas castigan fuertemente la poca información disponible parar medir su riesgo, razón por la cual emitir nueva deuda está descartada, la tasa global exigida se aproxima al 30 %; costo financiero imposible de asumir por el país. La pérdida de confianza derivado de información poco transparente y manipulación de datos macroeconómicos, llevaron a extender las dudas entre los inversores elevando el riesgo de la deuda soberana venezolana. La crisis presente en Venezuela pone al descubierto la realidad de una deuda histórica acumulada por el socialismo del siglo XXI, sin el conocimiento pleno de la mayoría de los ciudadanos y organizaciones nacionales.

En esta coyuntura los venezolanos demandamos una auditoria para conocer con precisión el monto, su origen, sus deudores y su legitimidad, previo al proceso de reestructuración.

En consecuencia la opción de la reestructuración no puede convertirse en una tabla de salvación de la Dictadura. Lo cierto es que la nación debe abordar un programa de recuperación, cumpliendo los compromisos derivados de los fondos requeridos para el reflote, equilibrando la disciplina fiscal requerida con los sacrificios que el pueblo puede asumir en esta coyuntura. En nuestro país existe una oscuridad sobre las estadísticas nacionales, los acuerdos de financiamiento se hacen sin la rendición de cuentas a los ciudadanos, las instituciones encargadas de supervisar la ejecución del gasto público no hacen los controles que por ley les corresponde, no existe la voluntad política de la elite gobernante para establecer un gran acuerdo nacional entendiendo la gravedad de la situación. Mientras tanto, existe un crecimiento desproporcionado de la liquidez monetaria; la tasa de cambio fluctúa sin que exista una correspondencia con la actividad económica; esto impulsa el precio de los bienes y servicios a niveles inalcanzables por los trabajadores; surgen mercados secundarios que producen oportunidades de trabajo temporal altamente especulativos y con niveles de remuneración que acaban la actividad formal. Con estas condiciones es posible que se esté inflando una burbuja, sin considerar que el látex económico y financiero tiene su tolerancia y puede estañar, con consecuencias muy perjudiciales para la población en su conjunto.

Indudablemente la deuda requiere un proceso de restructuración, pero también el gobierno requiere de lo mismo. Los delirios geopolíticos construidos con el sudor, sangre y lágrimas de los venezolanos deben tener responsables. El despilfarro de las divisas generadas en estas épocas de bonanza petrolera y endeudamiento desmedido tienen nombre y apellido. No puede pretender la Dictadura salir ilesa del desastre y destrucción gestado en este ensaño engañoso de Socialismo del siglo XXI. No es justo que una nación rica, tenga a su población en condiciones de miseria, mientras que un gobierno irresponsable cuida con sumo cuidado su reputación financiera, buscando una reestructuración de deuda, para eludir responsabilidades por la gestión pública que ubico al pueblo en las catacumbas.

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