Por: Ramsés Uribe…
En la ciudad amable, universitaria, agrícola y turística de Mérida de los Caballeros, acabamos de presenciar con total asombro e indignación, la escena de violencia social más infame e impactante que se haya visto a plena luz del día y en una de las principales arterias viales que lleva el nombre del ilustrísimo don Tulio Febres Cordero.
Al respecto el Rector de la ULA, dr. Mario Bonucci, señaló con mucha preocupación en twitter: ¿Quién protege a los merideños?. ¿Mérida desamparada y la delincuencia apoyada?. Monseñor Baltazar Porras, Arzobispo Metropolitano de Mérida, describió el crudo hecho como algo bochornoso con caos, actos vandálicos con colectivos que actúan a mansalva en contra de la integridad de la gente que circula por la calle, sin intervención de órganos de seguridad del Estado, en el que trancaron la vía, quemaron cauchos y troncos, asaltaron y le quitaron sus pertenencias a los que pasaban, quemaron un vehículo, saquearon comercios, en fin, realizaron a sus anchas actos vandálicos de toda índole y al saber que los jóvenes interceptados por los violentos, eran seminaristas, arremetieron contra ellos, siendo agredidos, golpeados y desnudados.
Lo propio es reflexionar sobre el tema sucedido. La indiferencia, el silencio, es peor tanto como lo ocurrido. ¿Cómo es posible haber llegado a este grado de descomposición social ?. ¿Por qué los organismos de seguridad del Estado no respondieron oportunamente para evitar tales desmanes y atropellos a la ciudadanía?. ¿ Cómo la sociedad venezolana se volvió tan agresiva entre sí? ¿ ¿Qué ha causado tanta criminalidad?. Algunas cuestiones se quedan en el aire porque la impunidad e injusticia campea y manda en nuestro país desde hace años. Otras aristas del tema han sido explicadas ampliamente por los científicos sociales, como el conocido sociólogo del gran bigote, estilo surrealista Dalí, Roberto Briceño León, Phd, académico de la UCV, director del Observatorio Venezolano de la Violencia y el Laboratorio de Ciencias Sociales, quien afirma que la criminalidad es consecuencia del quiebre del pacto social y la destrucción institucional.
Las imágenes que aparecieron en las redes sociales del desagradable evento en la otrora apacible ciudad de Mérida, hicieron recordar la barbarie de la guerra en la época hitleriana, en donde se humillaba a los pueblos sometidos especialmente los judíos. Hay quienes comparaban las fotos de lo ocurrido aquí con los de la segunda guerra mundial u otros conflictos bélicos; si parece haber alguna similitud, porque desnudar a gente inocente, menores de edad, que corren aterrados por su vida, agrava mayormente esta tropelía, además de la agresión física y el robo, es denigrar de la peor forma al ser humano; lo ocurrido constituye un delito de lesa humanidad muy grave, que no prescribe, como lo sostuvo el Alcalde de Mérida, abogado Carlos García. Lo impactante y que preocupa es que estas cosas ocurren prácticamente en guerras y aquí no existe formalmente una, a no ser la del hampa.
Esta anomía social, (sociedad sin ley) en donde un grupo de desadaptados violan con total libertad las leyes y el orden establecido, no es ciertamente una situación reciente. La violencia social, el crimen y la maldad es de vieja data. El comediógrafo latino Plauto (254 – 184 A.C.), escribió por primera vez en su obra Asimaria, “ Homo Homini Lupus”, que traduce, lobo es el hombre para el hombre, frase que popularizó luego en el siglo XVII, Thomas Hobbes, filósofo inglés.
En la Biblia ya se relatan enconados conflictos sociales en la lucha por el poder o por intereses mezquinos, por lo que la violencia es un fenómenos histórico, aunque también está cercano a nosotros como se está experimentando actualmente. También la violencia tiene un origen teológico señalan los religiosos: del pecado provienen tales atrocidades afirman. La psicología dice otro tanto y lo ha documentado científicamente: se encontró en niños pequeños de preescolar el germen de la conducta violenta, aunque no sepan leer, ni escribir, ya saben pelear contra sus pares. El famosísimo psiquiatra del siglo XX, Sigmund Freud, también estudió este asunto y encontró pulsiones primitivas, instintivas y ocultas en el humano con impulsos destructivos (tanatos) y constructivos (eros), ambos coexistiendo en nuestra psiquis (mente).
Para concluir hay que proponer una recomendación pues es insuficiente con solo mostrar la realidad a fuego lento, es menester ofrecer algún consuelo/alternativa. 1) Hay que orar al Altísimo por la paz. 2) la responsabilidad la tienen los gobernantes pues detentan el poder público; en sus manos está la seguridad pública al tener la autoridad establecida en las leyes y en la Constitución Nacional (CNRBV). 3) Por otro lado y no menos relevante, la ciudadanía debe exigir con todo el rigor y contundencia a los organismos competentes sus derechos, especialmente el derecho a la vida, la seguridad y la libertad, para que cesen definitivamente los actos de violencia social.
Ramsés Uribe, profesor ULA.
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