La reconversión (acaso reconvención?) monetaria es ya un pasticho. Los dedos se achican una y otra vez cuando intentamos dar, a través del viejo método de contar, con la cifra real de lo que hay que pagar por tal producto. Las designaciones de “bolívar viejo”, “bolívar fuerte” y “bolívar soberano”, pulverizaron lo que hasta ayer fue nuestro barco insignia: El Bolívar (con mayúsculas).
Dar el nombre del Libertador a la moneda de curso legal en Venezuela fue por más de un siglo el orgullo nacional más revelador. Que se sepa, ningún otro país lo tuvo en tan alto honor o acaso oímos decir en el norte: “20 washintong”, en el sur “30 sanmartín” o en el caribe “12 martí”?. Fue Venezuela que decidió honrar a Simón Bolívar con el epónimo a su sólido signo monetario.
Poco a poco, el nombre se deslió y se volvió irreconocible. Sin querer queriendo le vedaron fuerza y poder adquisitivo hasta llevarlo al ostracismo. Cumplida su agónica desaparición, lo que era nombre propio (Bolívar), pasó a adjetivo de segunda (Bolívar Fuerte) y luego “soberano”, curiosamente cuando la perdió porque se debilitó tanto que fue inhábil para competir con algo irreal (petro).
Un amigo fue a consultar el “estado de cuenta”, habituado a verificar su saldo una vez realizada con éxito su Declaración Jurada de Bienes. La sorpresa no pudo ser mayor cuando le dio la libreta a su esposa, quien constató que lo habían perdido todo (literalmente hablando). La cuenta ahora estaba en ceros porque la reconversión (acaso recomezón) se engulló su capital.
Presa de nervios, la pareja intentó auxiliarse con la calculadora pero nada resultó creíble. Apenas un vecino balbuceó que a él le había ocurrido algo similar y por respuesta mutua llegó el consuelo: “esto es Venezuela ahora”. La reconversión (acaso reprensión?) llegó con la intención de trastocarlo todo en nombre de una modificación que, al menos hasta ahora, no parece tan cierta.
La depreciación es absoluta, la desvalorización pareja y la devaluación galopante sin que haya capacidad de respuesta. Hemos sido anulados en una contrapropuesta justa porque, acorralados por tantas y sucesivas noticias negativas, apenas hay tiempo para las colas de compras nerviosas, sacar el carnet de la patria, buscar el gas o esperar el agua.
Por: Ramón Sosa Pérez