Con fundamento: “Hay gustos que merecen palo”

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

Contumacia

Del lat. Contumacia.

  1. Tenacidad y dureza en mantener un error. (Real Academia Española)

“Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia.” Santiago Ramón y Cajal

“Ya ha amanecido, pero todavía la noche se resiste a abandonar su dominio. Quizá se avergüenza el día, y no se atreve a derramar su pura lumbre.” William Shakespeare, Macbeth

Lo que desde 1992 se ha cernido sobre la historia del fin de siglo venezolano, impidiendo la llegada el siglo XXI con intento de sepultarnos en el XIX, no ha dejado de recordar la magistral tragedia de Macbeth. No solamente por el cobarde regicidio con que el codicioso protagonista acepta las más oscuras tentaciones convirtiéndolas en su plan de acción, sino por la ciega contumacia con que se labra el violentísimo destino final, embriagado con el poder y la culpa. El usurpador de manos permanentemente ensangrentadas escala de crimen en crimen como llevado por una creciente de ilusorio éxito, hasta que su cabeza ensoberbecida e incapaz de corregirse rueda por el graderío cortada de un solo tajo.

Todo tirano en el mando debería mirarse en ese estupendo espejo shakesperiano. El poder absoluto, violentamente escamoteado y detentado, termina transformando la astucia en ceguera suicida, pretensión absurda de hallarse más allá del fracaso y de la muerte. Incapaz de comprender el verdadero derrotero que lo lleva, el usurpador confunde el rastro de sangre, destrucción y delito. con marcha gloriosa y justa.

Así la arrolladora popularidad y los sucesivos triunfos obtenidos desde 1998, condujeron la gavilla dominante sobre los hombros de una multitud ignorante e ilusa, hacia el control casi total de todas las palancas que dirigen la historia venezolana. Se puede decir a estas alturas que aquello que quedó fuera de su dominación escapó por su ineficiencia y torpe desidia, pues tuvieron todas las posibilidades. Veinte años después queda claro que el principal plan de gobierno ha sido el escandaloso enriquecimiento de mandatarios y funcionarios, llevando a la ruina no solamente el pobre país que cayó en tales garras, sino su propio capital político, su propia capacidad de mando. Hoy no se necesita encuesta alguna para medir el repudio de la casi totalidad de ese pueblo que por años confió en “el proyecto” y le brindó aclamación. La suerte está echada.

Parecida historia se vio en los últimos días de la hegemonía nazi, y en lo que se llamó República de Saló del fascismo italiano: agotado todo recurso, aquella dictadura se empecinó en su propia maldad y se afincó en el terror, logrando solamente agravar sus crímenes y terminar de exacerbar la violencia popular que fatalmente se abatió sobre todo responsable.

En el tope del poder, esta contumacia que convierte a todo tirano en un Macbeth se entiende, aunque no se justifica; es en sus subordinados que el empecinamiento en seguirlos con bravatas, vítores y consignas hasta el despeñadero, resulta incomprensible. Terquedad ideológica, raspadura de olla en codicia ya irrefrenable, temor a compartir un castigo al que saben haberse hecho acreedores, pueden parcialmente explicar la renuencia en aceptar esas últimas oportunidades que suele dar la historia.

Y pensar que un simple, libre y sincero gesto los reivindicaría, uniéndoles a la euforia de un pueblo liberado, un pueblo que a fin de cuentas es su propia gente. Pero muchos, por absurda lealtad o simple contumacia, parecen conformarse con la espada y la ignominia como fatalidad. Razón tenía la abuela: Hay gustos que merecen palo.