La crónica menor: El ciudado de la casa común

Cardenal Baltazar Porras

Por: Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo…

El Papa Francisco acaba de publicar su tercera encíclica que no se limita al tema de la ecología en sí, sino de la convicción de que entre el mundo natural y nosotros mismos hay una unidad orgánica. Tal como lo señaló el P. Lombardi, vocero oficial, nunca había visto tantos periodistas y tanta expectativa ante un documento de esta índole. Es un gran trabajo del Papa, pero no lo ha hecho solo, sino que ha sido una labor coordinada en la que ha querido contar con muchas personas de distinta condición, incluidos representantes de otras confesiones religiosas.

Los principios vertebradores de la encíclica: “es posible invertir la ruta. El ser humano es capaz de intervenir positivamente en cuanto ocurre. No todo está perdido. (…) Es necesario combatir la pobreza y promover la dignidad; hay una íntima relación entre la pobreza y la fragilidad del planeta. (…) Para ello, es necesaria una crítica al nuevo paradigma y a la forma de poder que deriva de la tecnología. Se necesita la responsabilidad de la política internacional y local para promover un nuevo estilo de vida. Toda la humanidad es responsable de todos. (…) Reclamamos cambios concretos y no ideológicos, superficiales”. El Papa nos pide que el futuro no dependa únicamente de la tecnología y de las fuerzas del mercado. Los valores humanos y el compromiso para servir a las personas son la clave. Los cambios han de ser desde la gente y por la gente.

El concepto de ecología integral llama la atención a que toda ecología, si no es “humana”, es decir, tiene en el centro el bien de la persona humana,- y como máxima referencia el pobre y el excluido-, por encima de cualquier equiparación al resto de la creación, es incompleta y hasta errónea. Hay quienes defienden, por ejemplo, el trato y cuidado de los animales, pero aceptan y promueven el aborto, la eutanasia o la guerra. “Debemos preocuparnos de que otros seres vivos no sean tratados irresponsablemente, pero especialmente debemos preocuparnos de las enormes inequidades que existen entre nosotros, pues seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros”.

Decir que se es abanderado de la ecología y permitir que haya miles de muertes violentas, incitar a la violencia y hasta hablar de masacre, es poner al poder por encima del hombre. No respetar las exigencias humanitarias de quienes sufren miseria, persecución o cárcel, es un crimen. “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”.

Para los venezolanos, los de a pie y los que tienen responsabilidad social, la Encíclica nos obliga a repensar muchos elementos de nuestra cultura: afirmamos, sin más, que tenemos petróleo para doscientos años y cada vez somos más dependientes de él para sobrevivir. Si las energías fósiles son parte del problema, no podemos excusarnos en vender la materia prima y culpar a quienes lo utilizan de ser los depredadores del planeta. El ecocidio en nuestra Guayana y zona amazónica no nos puede dejar de brazos cruzados. En fin, hay que replantearse muchas cosas con verdad, coraje y sentido de responsabilidad para el presente y el futuro.

Vale la pena leer, meditar, compartir la encíclica y no jactarse sin más de que es materia sabida. Porque los hechos indican otra cosa. Gracias Papa Francisco por invitarnos a un cambio en los estilos de vida.