La fachada y el tablero

Por: Fernando Luis Egaña…

La hegemonía no servirá para nada que sea constructivo, o que atienda los intereses del conjunto de los venezolanos, pero se las trae en el campo de la manipulación política, comenzando por esa fachada de democracia, de decorado democrático, de «dry-wall» de democracia, que se ha esmerado tanto en armar y montar, y que todavía se mantiene más o menos parapeteada, a pesar de tantas y rotundas evidencias al contrario.

Lo más penoso del asunto, es que muchos de los opositores a la hegemonía, conscientes o no de ello, de buena fe o sin ella, ayudan a sostener esa fachada, ese decorado, ese dry-wall. Unos, entendiendo y practicando que la ruta electoral debe ser exclusiva y excluyente, y otros considerando que lo que se vive y padece en Venezuela es más o menos lo mismo que siempre se ha vivido en el país.

Detrás de esa fachada, desde luego, lo que hay es una hegemonía despótica y depredadora que, al mismo tiempo, es habilidosa para utilizar ciertas formas de la dinámica democrática en favor de su afán de continuismo. En esencia, de eso se trata la llamada «revolución bolivariana». Lo que Fidel Castro se complacía en denominar la «revolución venezolana». Una neo-dictadura, o una dictadura con fachada de democracia.

Si esto no lo queremos entender, entonces es muy difícil que podamos contribuir a superar esa realidad. Entre otras razones, porque de la referida fachada se desprende un tablero, un tablero para el “juego político”, en el que la hegemonía tiene el control, impone y cambia las “reglas”, dictamina quién puede o no puede participar, cómo, cuándo y dónde.

Estas líneas, por cierto, no buscan desestimar la ruta electoral, entre otras razones, porque la misma es propicia para la organización política y para la conformación de redes de participación en todo el país. Lo que sí buscan es reiterar que la ruta electoral no debe ser exclusiva ni excluyente, sino que forma parte del abanico de formas y métodos constitucionales para la lucha política democrática, y en especial para que esa lucha se traduzca en cambio sustancial.

Con la misma fachada y el mismo tablero no se llegará a ese cambio de fondo. Cambio democrático, desde luego. Esa fachada de seudo-democracia –dictadura disfrazada de democracia, tiene que desmontarse y para ello es necesario un tablero amplio, participativo, protestatario y comprometido con la reconstrucción de Venezuela. ¿Es eso posible? Claro que lo es. Pero hay que llevarlo a cabo.

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