Por: Antonio José Monagas…
Bajo la égida del socialismo, la corrupción se crece no sólo por lo taimado de sus ejecutorias. También, por la desigualdad, el sectarismo y la exclusión que en sus fauces se instalan para engullir a quien se atreva a disentir de un único pensamiento.
Desde el mismo momento en que el Alto Gobierno hizo nuevos anuncios sobre medidas contra la corrupción, el país entero no se sorprendió pues el régimen ha manifestado en repetidas oportunidades la necesidad de atacar tal flagelo. Pero hasta ahí llega todo. Muy a pesar de que la Asamblea Nacional le otorgó facultades habilitantes al presidente de la República justamente con dicho propósito. Sin embargo, fue apenas en el último instante, hace escasos días, cuando resolvió decretar otro instrumento legal que seguramente lejos de coadyuvar a combatir tan pernicioso problema, contribuirá a enrarecer más aún el ambiente en el cual cohabita la corrupción entendida como mecanismo de abuso del poder realizado en beneficio propio.
Encima de tanta proclama al respecto, estos gobernantes, haciendo gala de actitudes moralistas que nadie las cree, formalizaron la creación de un extraño Sistema de Protección para la Paz el cual contará con el implícito apoyo de un denominado Cuerpo Nacional contra la Corrupción. Todo ello, en el marco de un proceso de toma de decisiones que puso al descubierto la bufonada que representan las susodichas medidas adoptadas con el alevoso objetivo de aparentar una voluntad política que estos personajes de marras nunca han tenido. Menos, en el tiempo de este régimen que, bajo un extenso manto de impunidad, ha permitido exabruptos, desafueros y derroches a todo nivel de impudicia y socarronería.
Tan chocante armatoste, pretende “articular al mayor nivel el protagonismo popular para proteger la paz ” según expresiones del propio presidente. Sin embargo, al lado de tan ridícula creación, quedó establecida una Policía contra la Corrupción, habida cuenta de la risa que su formalización habrá causado entre los corruptos ya que a pesar de tantas leyes que plantean castigos a sus fechorías, quienes van presos en este país de inicuas complicidades cuando mucho es por el delito de “robar una enclenque gallina”. Mientras tanto, las cárceles comienzan a verse repletas de hombres y mujeres acusados por el hecho de demandar libertades y derechos civiles, políticos y económicos en espacios allanados por el totalitarismo, el despotismo y la arbitrariedad de politiqueros que por “madurarse con carburo”, ya empezaron a “podrirse”.
El sarcasmo y la ironía han sido incondicionales acólitos de tan socialistas intenciones. Aunque es bien sabido que bajo la égida del socialismo, la corrupción se crece no sólo por lo taimado de sus ejecutorias. También, por la desigualdad, el sectarismo y la exclusión que en sus fauces se instalan para engullir a quien se atreva a disentir de un único pensamiento. De una ideología cuya exclusividad la mantiene entubada en la dirección implacable de un tipo de dominación que busca desplegar sus intrigas a través de sus instancias de acción.
Encima del carácter envilecido propio de cualquier Policía con comportamiento de esbirro, la naturaleza confidencial de lo que serán sus ejecutorias, refleja el temperamento malsano que habrán de singularizar las operaciones a ser realizadas. Aun cuando es claro advertir la razón de procedimientos de dicho tenor, lo cual sin expone el miedo que tiene el régimen de llegar a descalabrarse por culpa de sus reiteradas equivocaciones y disparates.
No obstante, tal cúmulo de yerros pudiera revertir la intención manifiesta de buscar la razón de la corrupción en el capitalismo. Pues habida cuenta y pleno entender, los corruptos –en buena medida– sólo pueden encontrarse en la oscuridad del poder político ya que es ahí desde donde es posible ocultarse sin despertar más sospecha que la que anima el sigiloso movimiento de quien huye por la retaguardia para no ser visto. De manera que en medio del estruendo causado por tan desgarbadas aunque ruidosas decisiones, pareciera que el régimen sólo está jugando al incorrupto.
“La corrupción no sólo disloca el funcionamiento de todo objetivo establecido en pos de una administración diligente y transparente. También, desencaja razones de vida equitativas y revuelve la moral de una sociedad hasta volverla desdichada”
AJMonagas