El Caminante: «El sendero de la vida»

Por: Valentín Alejandro Ladra…

El Universo y el Hombre son silencio. Todo sonido sólo existe en la imaginación de los átomos.

Aquí me permito extraer unos párrafos de la introducción de mi libro “De la Playa al Himalaya” de 406 páginas publicado por Mandala Ediciones, Madrid, España 2006, que viene muy bien para recordar quienes somos verdaderamente en nuestros difíciles y abrumados tiempos presentes.

Cito en la página 12: “Lamas en veterana meditación, monjes budistas, maestros del Zen y del Tao o Shinto de Japón, yoguis honestos, tratan desde siempre romper esquemas de lógica superficial y razones mundanas inciertas, de impuestos intelectos en alumnos y discípulos, para que desde una clara y nueva perspectiva, horizonte intuitivo, se pueda acceder a nuevos valores de la conciencia humana universal y espiritual”.

Y continúo en la misma página de mi libro, que una buena parte lo escribí en el jardín del restaurante y librería Pilgrims Inn en el barrio bohemio Thamel, lar de alpinistas y aventureros del mundo en Katmandú, capital de Nepal, con una jarra caliente de té de jazmín debido al frescor otoñal, y que me llevó cerca de cuatro años en completarlo: “la humanidad debe modificar por completo, y cuanto antes, la actual manera de ver las cosas de este mundo y de sí mismo. Una nueva forma de sentir y soñar, de actuar y proyectarse. De aprender pensar y razonar, sin dejarse llevar y ser manipulados. De otro modo jamás cambiaremos. Las guerras e injusticias jamás cesarán, y la ignorancia sólo producirá mayores fanatismos y equívocos encuentros”.

Continúo en la página siguiente: “…He visto en los últimos años con curiosidad, alarma y tristeza, el surgimiento en gran número de personas, debo considerar muchas de buena fe, no sólo en Venezuela, Argentina o España, sino en todos los países del mundo, especialmente en Occidente, la ansiosa búsqueda espiritual muchas veces no exenta de confusiones y errores, como si de esa manera singular pudieran encontrar respuestas que llenen su abismal vacío interior o dar con la solución a problemas personales inmediatos”.

En estos días donde pareciera que el tiempo se detuvo y las máscaras de la desazón, desconfianza, depresión, impotencias y hasta furia han impregnado el alma de gente buena en nuestro país buscando la liberación de la traumática vida cotidiana, que incluso conversando con algunas de ellas que parecieran darse por vencidos, es que se necesita con urgencia un ser de luz y férrea personalidad que encuentre y alumbre un nuevo camino a la vida. Con nuevas ideas, otras visiones que no tengan contaminación alguna de senderos obsoletos que de tanto arrastrarse por ellos ya no tienen ningún valor ni eficacia.

Retomo el escrito en la página 14 de mi libro: “La gente termina por esconderse en las propias ilusiones de sus egos superficiales. Lo peor es que creen fanáticamente tener la razón… y se enceguecen, se desvían del sendero… es el camino seguro a la autodestrucción, lo involutivo, a la oscuridad externa e interna, al desarrollo de energías y vibraciones de alta frecuencia negativa, no sólo en el individuo ´per se´, sino contagiando a todos los que se encuentran a su alrededor, la región y por ende todo el globo. Que es precisamente lo que está sucediendo ahora, en este preciso momento”.

Uno de los jóvenes lamas con quien hice amistad durante mis visitas e investigaciones a los reinos del Himalaya hindú, de nombre Sanjay del monasterio Dali de la orden budista Kargyup, a unos cinco kilómetros de Darjeeling, nacido en el vecino reino de Bhutan, me dijo cierta vez luego de finalizar los rituales, paseando al atardecer en la vasta terraza con la majestuosa vista a los valles y picos nevados de las montañas más altas del mundo, bajo una liviana y fría llovizna, que “lo más importante en una persona es que pueda reconocer por sí misma la razón que lo impulsa a actuar o expresarse de tal o cual manera, su verdadera motivación…”

Y finalizo diciendo en la última página de la introducción a los múltiples capítulos de mis numerosas experiencias en esa lejana parte del mundo: “La Tierra y todo lo que en ella existe, incluyendo a la especie humana, es sólo una insignificante partícula en el insondable y profundo, vasto universo”.

“Al cual recién ahora podemos intentar comprender… algo”.

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