Con fundamento: Para la universidad: astucia, audacia y alianzas

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

Dicen que la universidad está muriendo. Aún no le llega su hora, sólo estamos presenciando la necesidad de un cambio, como el que vivió la universidad medieval -y luego la de la primera modernidad-, de aceptar el advenimiento de un cambio de era. Además está en marcha una intervención solapada aunque continua. Requerimos urgentemente altura de miras y habilidad política, los universitarios debemos usar nuestras facultades y habilidades para vencer y avanzar.

En tiempos felices de la ULA, quienes trabajábamos cerca del rectorado conocíamos bien el antagonismo existente entre el Doctor Pedro Rincón Gutiérrez y el Doctor Miguel Rodríguez Villenave, con la altura de dos señores líderes de la academia. El último mencionado aún estaba desplegando su estrategia para llegar a ocupar el cargo que el primero había desempeñado con la relevancia que le valdría eterno reconocimiento, cuando se acordó para “Perucho” un gran homenaje nacional. Éste fue organizado en las instalaciones de un grande y prestigioso hotel de Caracas. Muy cercano colaborador del rector de rectores, quien escribe se esmeró en estar allí antes de la hora pautada. Sorprendentemente me recibió nada menos que el Doctor Rodríguez Villenave, con irónica y franca sonrisa. « ¿Y tú creíste que me iba a perder este acontecimiento?» Fue el primero en llegar para agasajar a su ilustre contrario, minimizando toda posible animadversión. En ese momento me quedó claro quién sería un próximo rector para la Universidad de Los Andes.

El liderazgo del Doctor Rincón marcó ese estilo en la política. Con admirables proyectos, impulsado por el ideal de su amor a la institución, no escatimaba esfuerzos para acercar representantes del más variado espectro de tendencias y militancias, reuniéndolos a su rededor para disminuir en lo posible obstáculos y ganar apoyos y talentos. Así logró los resultados que nos asombran, para reconocimiento de la posteridad y bien de la ciudad y la Universidad, independientemente del gobierno que tuviera la nación. Todo un arte.

Hasta ahora, hemos hecho todo lo contrario. Pero parece que vamos venciendo la división y la trágica dificultad para entendimientos firmes, estables, para superar, de una vez por todas, un régimen de gobierno sumido en la incapacidad y con exiguo apoyo popular. La opinión pública representada en las redes comienza a apoyar los gestos unitarios. No se malinterpretan ya como traiciones y deserciones. La capacidad de perdonar para unir, siempre que sea con sinceridad y por el bien común, va abriéndose camino. Es perentorio, para afrontar las amenazas que se nos presentan. Es lógica del Evangelio: «Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. » (Mateo 12)

Se requiere una generosidad y amplitud sobrehumanas para comportarse como verdaderos líderes. Nuestra historia, tanto la universitaria como la nacional, ha visto momentos de lúcidas coaliciones, cuando los dirigentes se han sentido deudores del pueblo y de su bienestar, más que de sus mezquinas apetencias y rivalidades. Este tender hacia la sinergia y la cooperación como estrategias no solamente es necesario, sino que es condición sine qua non de un político. La esencia de la política es la habilidad de hacer convivir los diversos. Para ello es necesaria no solamente la perspicacia, sino la astucia y la audacia.

Escribe Ramón Guillermo Aveledo en su reciente artículo (Reporte Católico Laico, ‘Arte y convicciones’): «De arte dice el diccionario, entre otras cosas que “es capacidad, habilidad para hacer algo, también maña, astucia”. De convicción que es idea a la que se está fuertemente adherido. Hay una ciencia para estudiar la política, pero su práctica es un arte basado en el sentido de las proporciones, los equilibrios, el balance entre las necesidades y las posibilidades”. Y hacerlo con desiderátum claro y justo: « En política no bastan las convicciones, pero sin ellas se vuelve por estéril y cegatona.»

Ciencia y arte. Necesitamos esa astucia inteligente y buena, sin insidias ni malevolencias, para imponernos contra la astucia tramposa y artera, astucia sub-humana que nos pone a bailar a su compás. Y la primera “viveza” es vencer la desesperanza, la rabieta y el inmóvil lloriqueo, que son trampas colocadas en nuestro propio interior por quienes aspiran a someternos para siempre. Necesitamos subir la moral del universitario desanimado, derrotado, y ‘bajarle dos’ a la suspicacia mal orientada y al tribalismo partidista para defender la universidad, tanto como el país.

Que se imponga la magnanimidad no carente de astucia, valentía y audacia, que caracterizó a los grandes dirigentes de la Universidad, para defenderla y guiarla hacia una nueva etapa.

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24 marzo 2021