El Big Ben Deportivo: Violencia, barras bravas y TSJ

Por: Andrés E. Mora M…

“¿Qué querés que te diga?”, le dice Fito a Charly, cuando este, una vez más, insiste en requerir su opinión acerca de la situación derivada por lo ocurrido en la segunda manga de la vergonzosa final de la Copa Libertadores de América 2018, entre River Plate y Boca Juniors. Bochornosa situación que conllevó a la Conmebol a reagendar el partido de vuelta, con razones de sobra para que no sea en suelo Argentino, aunque no con suficientes para que sea fuera de Suramérica, el 9 de diciembre en – ¡Sorpresa! – Madrid la capital del país que, en otrora, fue el imperio al que se enfrentaron los libertadores que con esta competición son homenajeados.      

“Sabés que me «rompe las bolas» hablar de eso”, agrega Fito haciendo uso de una expresión coloquial muy argentina para dar cuenta de algo realmente molesto, mientras hurga en la tarjeta de memoria de su celular hasta encontrar el archivo buscado de donde lee el primer párrafo de la carta abierta que escribiese en Facebook Gabriel Hugo Lanza, un aficionado de River, como él, luego de que se suspendiera el definitorio superclásico del pasado sábado. Misiva que, en un abrir y cerrar de ojos, se hizo viral en la popular red social:

“Y si… nos mataron. Nos mataron al fútbol. Nos mataron las ganas. Nos mataron la alegría. Nos mataron la ilusión. NOS GANARON LOS VIOLENTOS. Y yo, me rindo. No doy más. No puedo más. Este país es una mierda. Estos políticos son una mierda. El fanatismo es una mierda. Harto ya de estar harto, ya me cansé, dijo el poeta…”, finalizada la lectura de las líneas del parágrafo inicial en las que el decepcionado hincha del «Millonario» hace pública su claudicación a las filas del equipo de sus amores, Fito toma un largo sorbo de, su ahora, tibio café para luego, ante la mirada atenta de Charly e Incrédulo Sinduda, el hijo de nuestro apreciado Ingenuo y quien por los momentos ha seguido en silencio la conversación de su par de amigos nacidos en aquel país, pero nacionalizados en este, procede a leer la línea final del escrito:

“Hicieron llorar a mis hijos, y eso NO SE PERDONA. Metansé la Copa Libertadores en el ORTO!”

El silencio reflexivo cubre con su manto la plática de estos tres cuarentones a quienes los une una amistad de 37 años. El mismo tiempo que tienen de haber llegado al país Fito y Charly, los querubines de un par de familias clase media que, en 1981, coincidieron en la aventura de huir de la sangrienta dictadura de la Junta Militar, encabezada en ese momento por el Teniente General Leopoldo Galtieri, con destino a la pujante Venezuela de la época. Fito debe su nombre a la admiración de su padre, hincha de River, por Fito Páez, para entonces un novel y talentoso rockero. Por su parte, los padres de Charly, seguidores del Boca, lo bautizaron con ese nombre en honor del icónico Charly García, quien para 1978, año que lo vio nacer, ya era un músico consagrado.    

“No hay discusión en cuanto a que la violencia es el enemigo público número 1 del futbol argentino”, señala Incrédulo, rompiendo el profundo silencio imperante. “Y ella se encuentra inequívocamente relacionada con las barras bravas”, agrega Sinduda.

“Che ¿El mundo sabrá cuán grave es la violencia en el fútbol argentino?”, se le escucha preguntar a Charly con voz apagada. “¿Sabés que desde 1922 han muerto 328 personas a raíz de la violencia en ese deporte?”, añade. “¡Y las autoridades siguen siendo unos boludos que no terminan de adaptar las leyes a esta realidad! Con las leyes anticuadas los violentos entran por una puerta y salen por otra, como una puerta giratoria ¿Me entendés? ”, explica el tocayo del músico contemporáneo más importante de aquella nación y uno de los más grande de Iberoamérica.

“Según el exjuez Mariano Bergés, titular de la organización no gubernamental argentina Salvemos al Fútbol, las barras bravas están directamente involucradas con dirigentes políticos. Reciben dinero a cambio de su participación en eventos proselitistas”, comenta Sinduda.

“Pero si en Argentina las barras bravas están enquistadas en el futbol bajo la mirada complaciente de la dirigencia política y la de los clubes – que conocen de las mafias detrás del ilícito negocio de las reventas de entradas – en Venezuela, ellas forman parte del ADN de la cleptocracia gobernante”, suelta totalmente convencido Incrédulo. “De ahí que el régimen se encuentre constituido por niveles distintos de barras bravas. Desde el más primitivo, que corresponde al de los colectivos – responsables de la dantesca estela de muertos y heridos dejada durante las protestas callejeras de los años anteriores – hasta el TSJ, la barra brava que se ha encargado de fulminar la institucionalidad en el país a través de las grotescas decisiones de los leguleyos que lo conforman. El ejemplo más reciente tiene que ver con la decisión de su Sala Electoral en la que se busca usurpar la presidencia de la FCU legítimamente ganada por Marlon Díaz, luego que la violencia de los más primitivos fuera doblegada en las urnas electorales por la convicción democrática del estudiantado de la Universidad de Carabobo, imponiendo a la Br. Jessica Bello,”, expresa Incrédulo.

 “La violencia del régimen está matando al país”, dicen con amargura Charly y Fito al unísono.   

 Prof. Titular jubilado ULA – Cronista deportivo      

      aemora@gmail.com, @amoramarquez