Con fundamento: La salida es la entrada

Por: Bernardo Moncada Cárdenas…

«A la Primavera de Praga se la ha visto como el choque entre dos grupos en el plano del poder real: los que querían conservar el sistema tal como era y los que lo querían reformar. Al pensar así se olvida, sin embargo, que este choque era sólo el último acto, la proyección exterior de un largo drama llevado a cabo sobre todo y originalmente en el ámbito del espíritu y de la conciencia de la sociedad. Y se olvida que al comienzo de este drama hubo por alguna parte individuos que incluso en los momentos más duros lograron vivir en la verdad. Estos hombres no disponían del poder real ni aspiraban a él: el ámbito de su «vida en la verdad» no podía ni siquiera, por tanto, ser la reflexión política; podían ser poetas, artistas, músicos; no es necesario que fueran genios, si no simples ciudadanos que lograban mantener su dignidad humana.» Vaclav Havel, EL PODER DE LOS SIN PODER.

Perdone el lector si comienzo con esta prolongada reflexión de un hombre tan sencillo como genial, pieza clave en la caída del comunismo checo e inspirador preclaro de lo que puede ser nuestra última opción.

Porque en las redes queda entendido que nos obstinamos en jugar todas nuestras cartas, frente a este brutal y consolidado aparato de control estatal, solamente basados en la actividad político-partidista (la cual de paso criticamos con insana destructividad), cuando ella tiene bastantes limitaciones y está sujeta a una dinámica fácilmente controlable, pues a fin de cuentas juega dentro de las reglas del poder y ello le dificulta «vivir en la verdad».

Mientras tanto es el pueblo quien sufre las atrocidades y la opresión del régimen; son los barrios, los vecinos, los gremios y sindicatos, las comunidades estudiantiles, los grupos religiosos, las amas de casa, los intelectuales, las asociaciones de padres y representantes, hasta los rangos medios militares cuyas familias no están a salvo de esta tragedia. Y no parecemos caer en cuenta de la gigantesca capacidad de presión efectiva que juntos tenemos.

Moviéndome fuera de las redes sociales y los medios -podría decir que debajo de ellos- encuentro como voz unánime ese persistente «mantener la dignidad humana» que acota Havel. Muchísimos venezolanos nos rebelamos contra este engendro que quiere conducirnos a venderla; vendernos a la mentira aceptando depender de las filas en auto mercados, saqueándonos mutuamente, esperando el próximo «dakaso» para obtener comodidades sin trabajar, traficando unos pocos dólares para quedar brevemente satisfechos, abandonando nuestro país por el espejismo de los santuarios de consumo en el exterior con sus repletos anaqueles. No, muchos predican el valor del trabajo, la necesidad de la honestidad y la puntualidad, la solidaridad, y la conciencia de nuestra responsabilidad personalísima con este suelo, así como la verdadera educación como práctica casi subversiva ante el feroz embate de la falsedad y la ideologización.

Y viene un año, iniciando con el paro nacional de universidades convocado para hoy miércoles, de crecientes protestas sociales. En ellas se puede manifiestar, aún amorfo, ese clamor por recobrar nuestra dignidad.

Necesitamos solamente una unidad que vertebre y movilice esta montaña de sufrimiento, necesidad e intereses, que se expresa en las protestas y acciones gremiales, y que con creatividad desborde el viejo guión del paro y el caucho quemado.

Y veo en muchos organismos la posibilidad de potenciar un nuevo significado, un verdadero sentido, en las acciones que irán surgiendo. Los gremios profesionales tendrían que despartidizar su ethos para cohesionarse e intervincularse, como lo han hecho nuestros valientes estudiantes, ya el alcance nacional que tienen es ya una cualidad fenomenal. La Iglesia católica, salvando su carácter de realidad social abierta a justos y pecadores, pesuvistas u opositores, misericordiosa y pacífica, ha expresado continuamente a lo largo de estas décadas su voz profética contra los males de este proyecto ideológico y de los gobiernos anteriores; he escuchado brillantes prédicas que llaman a no dejarnos someter, y he visto la nave entera aplaudir con convicción y fervor esas homilías. Falta que, siguiendo la intensificación ecuménica que personifica el Papa Francisco, busquemos mayor vinculación con comunidades evangélicas y protestantes en un empeño por salvar la moral de Venezuela y ponerla al frente de una verdadera e histórica reconstrucción.

Existe, concluyendo, suficiente basamento para edificar una disidencia activa que, sin desechar la tarea de los líderes partidistas, logre el verdadero cambio de modelo gubernamental que se hace más y más urgente, trabajando duro como sabemos hacer. Insistamos desde abajo; es problema de iniciativa y no de poder y la entrada a esta distinta manera de concebir nuestro compromiso histórico puede ser la verdadera salida.

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