In memoriam: Cardenal Jorge Urosa Savino

Por: Cardenal Baltazar Porras Cardozo…

Redacto esta crónica a escasas horas del fallecimiento del cardenal Jorge Urosa, acaecida en la Clínica Metropolitana de Caracas el jueves 23 de septiembre de 2021, después de mediodía. Desde el 28 de agosto fue hospitalizado en terapia intensiva, bajo el cuidado de un grupo de notables galenos y con la cercanía de sus familiares. La atención de los servicios arquidiocesanos en todo momento presente. Me enteré de su hospitalización en Budapest durante los actos del Congreso Eucarístico Internacional al que asistí por nuestro continente. Manifiesto mi inquietud pues Jorge Urosa, Roberto Lückert y mi persona somos compañeros estrictos de curso, pues estudiamos la filosofía en la vieja casona de Sabana del Blanco bajo la égida de los Padres Eudistas y el Rectorado de Miguel Antonio Salas y Helímenas Rojo. Desde entonces, se trabó una amistad humana y sacerdotal que nos acompaña hasta hoy.

Jorge venía del Colegio La Salle de Tienda Honda donde cursó sus estudios primarios y secundarios. Conservó siempre cercanía y cariño agradecido a los Hermanos. Desde esos años su contacto con la Legión de María, le sirvió de aprendizaje evangelizador y promovió este movimiento hasta su muerte, pues hace poco presidió y animó a sus miembros en ocasión del centenario del movimiento. Cultivó la música y el canto, siendo buen ejecutor del cuatro y la guitarra con los que animó momentos familiares y encuentros pastorales. En mi ordenación sacerdotal fungió de diácono, recibiendo él la unción presbiteral quince días después de manos del Cardenal Quintero.

La teología entre Toronto y Roma coronada con su tesis doctoral sobre Theilard de Chardin. La catequesis y la atención a los pobres fueron su norte en los primeros años de ministerio, sazonados más tarde con la formación sacerdotal, primero en el Seminario San José de El Hatillo, como rector en sustitución de Mons. Vicente Hernández Peña, nombrado obispo auxiliar de Caracas. Tres años más tarde pasó a ocupar el mismo cargo en el Seminario Interdiocesano de Caracas en Sabana del Blanco, donde volvimos a coincidir como parte del equipo formador. A ambos nos tocó en suertes la elaboración del proyecto de elevación del Seminario a Instituto Universitario. Fueron años fecundos de convivencia y de rica experiencia al lado del arzobispo Lebrún, pues buena parte del clero patrio de la mayoría de las diócesis se formaron en Caracas.

En 1982 el Papa Juan Pablo II lo nombró auxiliar del metropolitano caraqueño, comenzando su larga trayectoria episcopal. A partir de 1990 sustituyó en Valencia al arzobispo Luis Eduardo Henríquez, siendo el segundo arzobispo de la diócesis del Cabriales. Allí permaneció hasta su nombramiento como XV arzobispo de Caracas en el 2005 recibiendo el capelo cardenalicio de manos del Papa Benedicto XVI en el 2006.  En la Conferencia Episcopal fue asiduo en las reuniones, participando con sus opiniones y propuestas. En los años conflictivos de este milenio y estando en la capital le tocó sortear momentos difíciles con valentía y coraje.

Promotor de la catequesis a todos los niveles y animando la participación laical en los diversos movimientos. Con sencillez de vida, desprendido de los bienes materiales trabajando por la extensión del reino de Dios a través de la predicación constante en la que la figura de Jesucristo y su mensaje era pan de cada día. Su sentido de rectitud y honestidad lo tuvieron siempre como un adalid de la justicia y la equidad, de la libertad y el respeto a los derechos humanos de cualquier ciudadano.

Al cumplir los 75 años no sólo presentó la renuncia de rigor que pide el Código de Derecho Canónico sino que le pidió al Santo Padre lo relevara de su responsabilidad episcopal, recayendo en mi persona su sucesión desde hace tres años. Se mantuvo presente a través de sus escritos y entrevistas analizando la realidad nacional e iluminando con su palabra y ejemplo la búsqueda de la superación de la crisis que vive el país.

La pandemia del Covid hizo estrago en su humanidad, siendo el segundo obispo víctima de este flagelo sumando casi los cuarenta clérigos que han dado su vida para que otros la tengan. Nuestro agradecimiento por los numerosos mensajes y oraciones recibidos de personas e instituciones civiles y eclesiásticas dentro y fuera del país. Que su ejemplo siga siendo luz en la penumbra que ilumine la esperanza transformadora de la realidad social y de la presencia misericordiosa de la gracia divina. Descanse en paz siervo buen y fiel.

48.- 30-9-21 (4545)