Por la calle real: Entre hadas y duendes

Por: Fortunato González C…

En estos tiempos donde se impone la estupidez como política de Estado, prefiero viajar  por el fantástico mundo de las hadas y de los duendes de manos de mis nietos Antonio, Joaquín, Valentina, Mateo, Kamila y Andrés mucho más comprensibles que los monstruos que ahora, desde el gobierno, nos atormentan.

Los fantasmas de mi niñez rural eran muertos que desandaban, hombres sin cabeza, la horrible llorona, brujas desdentadas. Todos desaparecieron con la luz eléctrica y la modernidad. Algunos personajes menos emocionantes eran los del salón de lectura del pueblo: brujas, reinas malas, enanos que vivían en los libros de los hermanos Grimm y de Andersen, excesivamente extraños. Hoy son mucho mejores  los cuentos de mis nietos.

Las hadas de mis nietos son personajes chiquiticos, tienen alas como las de las mariposas pero transparentes. Son brillantes y cuando vuelan dejan un rastro de luz. Unas tienen las orejas normales y otras puntiagudas. Las blancas, rosadas y negras son buenas. Las grises son malas. Tienen hijos e integran familias que viven en las flores, en los árboles, en las lagunas, en los bosques, en las montañas y generalmente donde hace frio. Hay ricas y también pobres.  Las hadas usan un polvillo que producen algunas de ellas para adquirir poderes y ayudar a los animales y a las plantas. Los duendes son como humanos chiquiticos pero, a diferencia de las hadas, no tienen alas y usan  sobreros puntiagudos. A los duendes viejos les dice gnomos y como no se afeitan tienen largas barbas. Forman familia pero los hijos nacen por huevos que anidan en cuevas profundas. Viven en árboles y en cuevas donde construyen casa como los humanos. Los duendes trabajan en la agricultura y en la artesanía. En tiempo de Navidad entran a las casas algunos duendes traviesos y juguetones que hacen pequeñas maldades para molestar a los niños, como desordenar el pesebre o el arbolito, comerse los chocolates o esconder adornos navideños. Tanto las hadas como los duendes son amigos del planeta tierra y cuidan la naturaleza, los bosques y los jardines. Ante los humanos se paralizan y no se dejan ver porque les tienen temor.

Los enemigos de las hadas y de los duendes son los trolls, las brujas y los ogros porque estos personajes no son buenos, como algunos humanos.

Les cuento que la alegría de los niños de mi pueblo era esperar el nacimiento del Niño Jesús y hacerle regalos casi todos hechos por nosotros como trompos, runches, volantines y carritos.  Entonces el Niño y los Reyes Magos traían mucha alegría aunque no con regalos, sino con el gozo limpio de intereses en aquella Navidad austera e íntima.

En sus cartas al Niño Jesús le piden poco pues saben que un ogro pretende acabar con las hadas, con los duendes y con la alegría de la Navidad. Saben que el ogro y sus trolls son terribles pero también que el amor vence al odio y el bien al mal. Esta vez han agregado algún regalito adicional para los más pobres. En sus dibujos inocentes pintan sus fantasías ajenos a la estupidez de los adultos que de repente nos hemos dejados acorralar por los viejos fantasmas y por los nuevos ogros.