La crónica menor: Centenario Fátima

Por: Cardenal Baltazar Porras…

En medio de la crisis social y estar inmersa en la primera guerra mundial, Portugal vivía una dura realidad. Corría el año de 1916 y en una pequeña aldea del país luso, Aljustrel, vivían unos niños campesinos que apenas alcanzaban la edad de diez años, Francisco, Jacinta y la prima Lucía. Primero fueron las apariciones del ángel de la paz que los enseñó a orar. Y en 1917, a partir del 13 de mayo se les apareció la Virgen María encima de una encina en el lugar conocido como “cova de iria”.  El mensaje era muy sencillo: orar y pedir la misericordia de Dios y la paz para el mundo sumido en aquella terrible conflagración.

La gente, unos por curiosidad y otros muchos por devoción, acudieron en masa junto con los pequeños, dando fe de lo que decían los niños. Pero los pastorcitos tuvieron que sufrir las incomprensiones y persecuciones de las autoridades que los llevaron a la cárcel, en medio de  presos comunes para que aseguraran que eran invento de ellos lo que decían. Fueron amenazados hasta de ser echados en un caldero de aceite hirviendo, pero más pudo la confianza y el coraje de ellos que la malicie de los gobernantes.

Lo que parece un cuento de hadas ha sido un auténtico milagro que congrega a millones de personas año tras año al santuario de Fátima. Este año se cumple el centenario de aquella aventura espiritual que tanto bien ha causado a propios y extraños. Se anuncia la visita del Papa Francisco para el mes de mayo, y el mensaje dado a aquellos niños se convierte en un mensaje que nos interpela hoy. Desde la realidad lacerante que se vive en Venezuela, en la que se quiere imponer un régimen de odio y miseria, las palabras de los obispos portugueses, vienen muy bien: “el mensaje de Fátima nos muestra una experiencia universal y permanente: la confrontación entre el bien y el mal que está en el corazón de cada persona, en las relaciones sociales, en el campo de la economía y la política, en el interior de cada país y a escala internacional. Cada uno de nosotros es interpelado a responder al llamamiento de Dios, a combatir el mal a partir de lo más íntimo de sí mismo, a comprender el sentido de la conversión y del sacrificio en favor de los demás, como hicieron los tres pastorcitos, en su pureza e inocencia”.

Es tan numerosa la colonia portuguesa entre nosotros y tan extendida la devoción a la Virgen de Fátima que bien vale la pena no dejar pasar esta ocasión del centenario de las apariciones para que tengamos también nosotros la clarividencia y la fuerza de aquellos pastorcitos para encontrar el rumbo para la paz y la auténtica igualdad de todos los venezolanos, y que no sea el odio y la discriminación absurda la que nos lleve por el abismo en el que estamos sumidos actualmente. ¡Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros!

4.- 25-1-17 (2830)