Por: Frank Gavidia…
Las grandes crisis, permiten –por desgracia- aflorar, en no pocos casos, los peores estereotipos del ser humano, pero a su vez, se ofrecen como oportunidades de crecimiento, para la reafirmación de los valores, en el deseo febril de nuevos y mejores tiempos. Venezuela, sin duda, concurre a una de sus mayores debacles a lo largo de su historia republicana, somos un país con visos de somalización, que se refleja en el terrible hecho, de la ignominiosa catástrofe humanitaria, que penosamente purgamos los ciudadanos de esta tierra de gracia, como la llamó en su oportunidad Colon, al arribar a nuestras costas.
Ante tal panorama, es evidente, que no son pocos los retos a los que deberemos hacer frente, para reencontrarnos como nación, que se crece ante las dificultades, para asumirlas como una oportunidad de crecimiento. En esa tarea, la juventud tiene un papel por antonomasia excepcional, no somos los responsables de la crisis, pero sí de la solución. El mayor reto, es asumirnos como una generación, más allá del rudimentario hecho biológico, es decir, tomar conciencia del sentido histórico, para permitirnos jugar un papel, útil a la sociedad toda, sin distingo alguno. Venezuela saldrá adelante y, junto con ella, lo haremos todos o ninguno. El país no se va a salvar por partes, lo hará como un todo.
En el siglo pasado, una sola generación tuvo la perspicacia necesaria, para entender el momento que le correspondió vivir, trascendiendo de esa forma a su tiempo. Fueron unos aventajados, que terminaron por ser los escritores, intelectuales, políticos y gobernantes.Aquella generación de jóvenes estudiantes que emergieron al calor de las circunstancias del 28, que vivieron exilios, persecuciones, tortuosas detenciones, que subsistieron las más paupérrimas condiciones, de cuanto registro se tenga en lo que refiere a nuestra historia republicana, fueron capaces de propiciar una depuración ideológica desde el humanismo marxista, para la formulación de un proyecto nacional verdadero. Su mayor mérito: fundar una democracia moderna, desde los restos de una autocracia caudillista.
Ese logro excepcional, del que además partió la formación de los modernos partidos de masas; dotados de sustento ideológico: por un lado, la socialdemocracia, frente al comunismo y, a su vez, la democracia cristiana. Todos ellos representados en partidos como Acción Democrática, Partido Comunista y COPEI, permitieron saldar una cuestión aún no dilucidada con meridiana claridad en la Venezuela de aquellos años: el acceso al poder, por la vía pacífica y democrática. Era, efectivamente, una verdadera revolución democrática que marcará el devenir de nuestro siglo XX.
¿Cómo fue posible? Sin duda, mediante un análisis profundo de la realidad venezolana, que aprehendieron por medio del estudio disciplinado, del análisis riguroso y claro está, del sentido de la historia que cobró en ellos, temprano significado y les permitió asumirse como una generación, en su acepción más amplia, trascendiendo a las dificultades.
Si aquella generación tuvo como merito mayor, la fundación de nuestra insípida democracia, a la nuestra le corresponde la tarea aun mayor de rescatarla. Y, rescatar la democracia tiene una serie de implicaciones inmediatas, que no pueden obviarse: se trata de modernizarla, hacerla funcional, es decir, útil al ciudadano, para poder fomentar sentido de pertenencia, como garantía indudable de preservación. En la medida en que nuestros ciudadanos, no asuman la democracia, por ende, las libertades públicas, como un valor axiológico intrínseco en su actuación, entonces habremos fallado y seguiremos a merced de personalismos y mesianismos, que devienen en autoritarismo, miseria y atraso.
La labor, por tanto, no es sencilla, se ofrece complicada pero necesaria e impostergable. En esa labor, la educación ciudadana, es nuestra mayor aliada. Si queremos modernizar nuestra democracia, los partidos entonces deben ir a un proceso de reafirmación ideológica, es decir, ser una comunidad de principios y valores comunes a un fin determinado, proyectado por su colectividad; ser portadores de solidaridad; generadores de opinión; fomentando siempre su función pedagógica, para por intermedio de su labor, interpelar al Estado, en el agregado de demandas y respuestas, a las demandas sociales. Ese es nuestro reto, debemos estar a la altura de la historia, que hoy nos llama. Son posiciones ante la vida, Dios y la historia. @FrankGavid1a