Mi planeta: Irma, José y María no son nombres bíblicos

Han traído destrucción y miseria a las islas del Caribe y parte sur de Estados Unidos. Otros huracanes devastadores provenientes de Africa Occidental que cobran fuerza al cruzar el Atlántico, se acercan como malos presagios, con vientos de más de 220 km por hora.

Tifones catastróficos con inundaciones en Asia, Japón alarmada por nacientes volcanes en el país,  India, Filipinas, parte de China. Aguas que crecen en los Océanos, polos que se derriten. En muchos países la sequía, por lo contrario, es fatal. Para colmo, hace poco un terremoto en la escala de 7.1 Richter sacudió la parte central de la ciudad de México, recordando el nefasto de 1985, causando más de 140 muertes, posiblemente muchos más según rescatistas.

Es la realidad actual a la cual debemos prestar urgente atención por la inaudita fuerza de sus ataques, como si la Tierra se rebelara contra el avance de la energía síquica negativa que emana de cierta parte oscura humana. Nuestro planeta modificó su eje terrestre en varias oportunidades en los últimos 100 años, algunas veces debido a cataclismos naturales, e inducidos por cada vez mayores cambios climáticos, desequilibrando el magnetismo de cercanos planetas del Sistema Solar.

Stephen Hawkins, genio británico de la astrofísica, hace poco lanzó la alarma al mundo: “si seguimos así, dentro de 100 años no tendremos humanidad”.

Recuerdo que hace unas décadas se habló de un arma terrible: “guerra meteorológica”, diseñada para inducir apocalípticos huracanes, terremotos y afines. Hace tiempo no se habla de ello. ¿Existe o es ciencia-ficción? Mientras tanto Irma, José y María y familia, que nada tienen que ver bíblicamente, siguen su sendero destructivo. Los políticos deberían cambiar sus políticas ciegas y “bravados” y comenzar seriamente a preocuparse por lo que sucede con nuestro planeta y su naturaleza. Comenzando con Venezuela, que es parte de ese rompecabezas gigante.

Por: Valentin Ladra