Razones y pasiones: Queja compartida

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

Para un elevado porcentaje de venezolanos los libros le son indispensables existencialmente. De manera especial para los intelectuales, educadores y creadores literarios, urgidos siempre de ponerse al día con los adelantos de la ciencia,  las producciones literarias, el conocimiento de la historia, las propuestas sociales, tecnológicas y los análisis críticos del quehacer humano en general. Si bien esa indispensabilidad puede en parte ser satisfecha por la difusión que se hace por vía electrónica, no hay la menor duda de que el libro físico tendrá permanencia en el tiempo. Nos permiten ser leídos en cualquier sitio y momento sin necesidad de recurrir a conexiones eléctricas, bastándonos abrir sus páginas y llevar lo leído a nuestras neuronas para que forme parte de nuestros conocimientos. Nos permiten ir y  venir en el texto con facilidad e inmediatez, subrayar lo que nos resulta más interesante y luego de leídos ser colocarlos en un lugar accesible para consultarlos cuando nos sea necesario sobre algún aspecto en especial  o leerlos de nuevo en forma integral.

Borges consideraba que el libro es “como una extensión secular de la imaginación y la memoria del hombre”. Han sido asiento de la memoria de la humanidad  y actuarios de la historia. Factor indispensable en la educación perceptual en todos sus niveles. Compañero inseparable en el camino del conocimiento y del progreso. Cofres en que se guardan los sueños de la imaginación y la belleza sublime de la poesía. Permiten dialogar eternamente con el tiempo y  visualizar con propiedad la vida y obra  de los que han hecho posible el avance humano con sus aciertos y errores. Su capacidad de expandir el conocimiento  ha sido factor determinante en el logro de la  libertad  y de la auténtica democracia que es la del saber.

Lo anterior, nos permite manifestar con propiedad la preocupación que se tiene hoy en día en cuanto a la adquisición de los libros deseados, pues los precios inaccesibles de los mismos lo hacen imposible para el común,  generando numerosas frustraciones. Efectivamente, revisar los precios en cualquier librería nos muestra esa cruda realidad sin que se vislumbre a corto plazo alguna solución ya que como lo sabemos, el régimen no tiene ningún interés en lo intelectual. Ni siquiera ha sido capaz de resolver el problema de la falta de papel, tintas y otros insumos necesarios para que las editoriales publiquen con regularidad, mientras que  países con muchos menos recursos mantienen una producción satisfactoria.

En la librería del mercado municipal tuve la oportunidad de observar a un profesor  que con avidez revisaba una novela por la cual, dada su gesticulación, sin la menor duda tenía interés. Conociéndolo me acerque. Al verme me dijo con un tono que denotaba frustración: “mira, me interesa esta novela pero si constatas el precio, este asciende a 800.000 Bs. lo que quiere decir que si la compro dejo de llevar comida a mi casa, pues a pesar del aumento que nos han dado del 50%, esa cantidad representa más o menos la cuarta parte de mi salario”. Muchos han optado por tomar libros de su biblioteca y releerlos, con lo cual, al menos, satisfacen su inquebrantable necesidad de leer.