Razones y pasiones: Una desdicha más

Por: Eleazar Ontiveros Paolini…

Panorámicamente, Venezuela es un país desdichado. Esa desdicha es la suma situaciones que se recrudecen constantemente, conformándose un escenario social que resulta desesperante para la mayoría de la población. Entre ellas tenemos la inseguridad; el hambre; la arremetida contra la dignidad; la inconcebible inflación que sufre un país con riquezas de todo tipo y con la sexta biodiversidad del mundo; los paupérrimos salarios; el deterioro ambiental; el resurgimiento de enfermedades que desde hace años habían sido controladas: malaria, parotiditis, parálisis infantil, tuberculosis; la insuficiencia notoria del transporte terrestre y aéreo; el deterioro de carreteras y calles de las ciudades; servicio eléctrico irregular; el crecimiento exponencial de los precios de productos y alimentos  antes accesibles aún a familias de bajos ingresos; educación oficial deteriorada, llevada a extremos de insignificancia; migración compulsiva en la búsqueda de condiciones de mejores condiciones de vida, incluida en ella, lo que resulta muy grave, intelectuales, muchos de ellos con formación especializada,  maestría y doctorado, que dejan en la orfandad a quienes requieren de sus conocimientos; grosero deterioro de los servicios hospitalarios y de la salud pública en general; anticultura de la muerte y la represión; autoritarismo militar; corrupción galopante, etc. etc.

Lo anterior, ampliamente conocido, lo enunciamos para analizar por separado, con la brevedad que el espacio permite, un problema embarazoso pero poco considerado públicamente. Se trata de  la desdicha de cientos de hombres y mujeres de edad avanzada, que  requieren de la atención de sus familiares, determinando en estos estados de ansiedad y desesperación al vivir diariamente sin poder atenderlos adecuadamente, resultado de la imposibilidad de adquirir las medicinas prescritas, de satisfacer  los costos de alimentación apropiada, de adquirir los insumos que resultan indispensables en algunos casos, tales como pañales, colchones térmicos, tensiómetros, nebulizadores, oxigeno. A lo que se agregan los elevados precios de las consultas médicas y algunas terapéuticas especializadas, RX, tomografías, resonancias magnéticas  y  exámenes de laboratrio. ¿Qué está sucediendo entonces? Las familias empiezan desprenderse de sus posesiones para obtener el dinero necesario. Sabemos de la venta de joyas que eran recuerdos familiares, carros, pinturas, bolígrafos de calidad, relojes, juegos de cubiertos, muebles, inmuebles, máquinas de coser, libros, bicicletas, etc., con lo cual se van quedando sin posibilidades y  por ende perdiendo  calidad de vida dadas las preocupaciones, las incomodidades, el  desespero, la inestabilidad familiar y la pérdida de esperanzas pues no vislumbran soluciones por parte del Estado. La alternativa del internado en hogares especializados en el cuidado de personas de edad, son de tal costo que a muchos se les imposibilita, a lo que se suman sentimientos encontrados, difíciles de superar. Un  hogar de cuidados puede costar unos 15 millones, sin contar medicinas y en algunos casos hay que aportar el colchón y la ropa de cama.

Veamos un ejemplo, que conozco en sus pormenores, del costo de un solo insumo, para dimensionar el problema. Un profesor jubilado y su esposa, cuidan a los padres de esta. El señor con Alzheimer y  la señora con disociación mental. El primero requiere diariamente de dos pañales. El paquete que trae  6 cuesta 24 millones y si se usan 2 diarios,  quiere decir que cada día inviertes 8 millones, pero el  profesor tiene un sueldo como jubilado que pude llegar a los 9 millones. Todo implica que solo con auxilios de hijos y otros familiares, se puede hacer más o menos frente a situaciones familiares tan difíciles ¿Y los que no reciben ningún apoyo familiar directo o través de remesas? ¿Qué podrán hacer? Tendrá la revolución socialista la respuesta.