01 de mayo: nada que celebrar pero mucho porqué protestar

Por: Germán Rodríguez B…

El primero de mayo se celebra mundialmente el día del trabajador, en homenaje a los huelguistas estadounidenses conocidos como los “mártires de Chicago”. Es un momento en el cual se exigen derechos laborales y mejoras en las condiciones de trabajo. En la Venezuela presente no hay nada que celebrar, la dictadura se ha encargado de destruir la dinámica que impulsa las condiciones favorables para una política de pleno empleo. La revolución pretendió subordinar  a los sindicatos y organizaciones de trabajadores al modelo político, con la ideologización sindical buscan silenciar los reclamos por promesas incumplidas por parte del gobierno.

A pesar de esta proeza existen movimientos sindicales que alzan su voz de protesta, ante los abusos e incumplimientos gestados por un supuesto gobierno revolucionario liderado por un presidente obrero. Maduro y su corte muestra una total ignorancia  en materia de políticas coherentes para la asignación de precios en la economía, incluyendo el valor de la fuerza laboral. Los incrementos salariales vía decretos presidenciales de salario mínimo y la bonificación del sueldo, son manifestaciones de la improvisación y la carencia intelectual para entender y comprender los fenómenos presentes en la formulación de una política coherente en la administración de remuneraciones para un Estado. La política salarial son directrices, orientaciones y lineamientos conducentes a fijar las condiciones del trabajo, de acuerdo con los intereses, necesidades y posibilidades del entorno económico. La misma debe ser dinámica para poder ajustarla en la medida que las circunstancias del entorno cambien, indudablemente siempre tendiendo a la mejora permanente de las condiciones laborales, sin renunciar a derechos alcanzados.

Con toda seguridad este primero de mayo Maduro anuncia un nuevo incremento salarial de forma unilateral, sin realizar las consultas requeridas con empleados y empleadores para cuantificar los impactos sobre el mermado aparato productivo. La canalla mediática intentará convertir la medida en una decisión con dimensiones épicas  para reivindicar a la clase trabajadora. En el fondo esconde el rotundo fracaso en el control de la inflación, los incrementos de salario mínimo y del bono alimentación, son el resultado del crecimiento de los precios de los bienes y servicios, que hacen insuficiente cualquier ajuste que se pretenda hacer, si la medida es tomada de forma aislada. No se han terminado de asimilar los efectos financieros de los aumentos anteriores, cuando se hace urgente un nuevo ajuste para intentar alcanzar los incrementos de los precios de los bienes y servicios integrantes de una cesta determinada como básica. En conclusión, en este marco de gestión revolucionaria no existirá ajuste que recupere el poder de compra del salario, ya que las políticas generan presiones inflacionarias mayores a los ajustes decretados, en consecuencia la brecha entre la cesta básica y el salario requerido para cubrirla será cada día mayor. Este fin de semana se puede observar grandes colas en establecimientos que venden alimentos, en los cuales los consumidores buscan anticipar los efectos perversos del incremento salarial ya asomado por Maduro.

La decisión de establecer salarios y aumentos de los mismos no debería ser una potestad exclusiva de las autoridades gubernamentales, sin tomar en cuenta las exigencias y observaciones tanto de quien ofrece trabajo (el trabajador) con sus organizaciones sindicales, y de quien demanda mano de obra (la empresa) con sus organizaciones empresariales. La política de permitir que el “mercado libre” determine el nivel de los salarios es la única estrategia razonable y exitosa de pleno empleo. Si las tasas de salarios sobrepasan dicho nivel, ya sea por medio de la presión y exigencia sindicales o por decretos gubernamentales, se desarrollará entonces el desempleo de una porción de la fuerza de trabajo potencial, independientemente que el gobierno busque disfrazarlo con estadísticas amañadas, (que por cierto desaparecieron). La dictadura se acostumbró a compensar periódicamente los incrementos de precios con aumento de salarios, generando un círculo vicioso que deteriora a la economía en su totalidad.

Es una fantasía pensar que al conceder una mayor cantidad de dinero a los asalariados aumenta así las tasas de salario. La recuperación del “poder de compra” se podrá lograr si y solo si los ajustes no son financiados por expansiones monetarias, es decir, por emisión de dinero inorgánico. En este marco de finanzas públicas quebradas es fácil predecir una hemorragia de incrementos salariales vía decretos gubernamentales, con lo cual los niveles de inflación serán inimaginables.

El directorio del Banco Central de Venezuela son los responsables del desastre junto con Maduro, al prender la máquina de producir billetes a tiempo completo. Los ajustes de salarios realizados sobre la base mínima y el disfraz utilizando el bono de alimentación introducen perversiones malignas que afectan la seguridad social de la clase trabajadora. De seguro este primero de mayo Maduro exhibirá su política salarial como un éxito, como si fuera un motivo de orgullo aumentar el salario mínimo de manera permanente; la realidad nos dirá otra cosa y el hambre y la desesperanza del venezolano serán más elocuentes: ello es un elemento adicional para exigir con urgencia la destitución de este nefasto régimen. Debemos hacer todo lo necesario para salir de esta dictadura lo antes posible, para detener el manejo irresponsable y culposo de la política salarial que ha llevado a la caída en picada del salario real y al acelerado empobrecimiento de la clase trabajadora. A marchar y protestar ya que razones hay de sobra.

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