Al otro lado del puente: Tiempos de desinformación

Por: Anderzon Medina Roa…

Por veinte años, los venezolanos hemos sido reeducados a estar siempre atentos a lo que ocurre políticamente en el país por los medios que tengamos a mano, muy a pesar de nuestra salud mental. Dados los bloqueos informativos y comunicacionales, dentro del territorio nacional, usamos el boca a boca, aprendemos modos de sortear ese bloqueo y aprendimos qué es una VPN y cómo configurarla, buscamos nuestras fuentes confiables de información en redes sociales y cuando logramos enviar un mensaje vía WhatsApp, le pedimos a familiares y amigos en el exterior que nos cuenten qué es lo que está pasando, porque ellos sí tienen acceso a información y a medios que reportan lo que sucede en Venezuela. Fuera del país, usamos esos medios, pero saber que lo reportan como lo que es, algo ajeno que pasa en otro país, siempre deja un mal sabor de boca que se suma a la angustia de no poder hacer mucho. No importa donde estemos, nos toca habituarnos a tener el alma en vilo por ese dolor en que nos han convertido al país.

A uno y otro lado del puente, tomamos entonces los fragmentos que tenemos a mano y armamos una versión de lo que está ocurriendo, en el intento de sortear la desinformación sistemática, eficientemente usada para mantenernos ocupados en informarnos e inoperantes como un todo, y cuando por instinto de supervivencia se sale a la calle a protestar, a mostrar un mínimo de voluntad de cambio, bueno, ya sabemos del uso del inefable “gas del bueno”, preámbulo al ejercicio desproporcionado de la fuerza. En consecuencia, vemos nuestro imaginario colectivo moldeado por la constante desinformación, la confusión y la represión, lo que deja espacios de necesidad para poder comprender qué pasa y qué pueda pasar luego; esto último, por la misma desinformación, tendemos a confundirlo con lo que queremos que pase. Pero aún no pasa.

Necesidad de comprender, de esperar más allá que suplir carencias cotidianas, es una fuerza que nos mueve pero que no consigue espacios de sosiego y por lo tanto no hay un hacia adelante, sino un divagar en el que nos preguntamos constantemente por lo que ocurre. Esto es también un estado de indefensión. La necesidad es tal que estamos prestos a que cualquier espejismo nos deslumbre. Slogans que parecen más publicitarios que políticos nos han deslumbrado en mayor o menor medida, y movido como país a uno u otro lado de nuestro hacer político polarizado.

Se me ocurren cuatro de esos slogans: Eficiencia o nada, uno de los favoritos del difunto; el tiempo de Dios es perfecto, del que ganó y no cobró (aparentemente); este es el año de la recuperación económica, del cuestionado ocupante de la silla presidencial; y vamos bien, del joven que sobrevivió a la tragedia de Vargas para instalarse como el presidente de la Asamblea Nacional y Presidente (E) de la República, reconocido por más de 50 países como tal.  Estos slogans han sido y son mantras de estos personajes políticos que terminan por adormecer a una población que hace rato no puede esperar y que, sin embargo, sigue creyendo, esperando, andando. Adormecen porque de alguna forma toda esa esperanza de movernos hacia adelante termina depositada en un personaje que se encargará de hacer lo que esperamos, lo que necesitamos, lo que queremos. Y no siempre es así.Podría decirse que más bien nos distraen, en nuestra pueril ingenuidad.

También podría decirse que no dejan ver claramente las agendas de quienes repiten su mantra. En el caso de El tiempo de Dios es perfecto, se fue desdibujando el mantra junto con el personaje que lo repetía. Vamos bien nos empuja hacia adelante, pronto veremos hacia a dónde. En el caso del chavismo, la agenda siempre fue oculta y el tiempo nos ha dejado entenderla un poco mejor: distraer y mantenerse a toda costa en un sistema hambreador que se engrana con un sistema global que busca hacerle frente al status quo establecido por occidente. Suena poco creíble, ¿verdad? Solo se me ocurre pensar en las acciones e intereses de China y Rusia en Venezuela. Sin embargo, lo dicho, son tiempos de desinformación.

Dr. Anderzon Medina Roa

Prof. ASOCIADO de la Universidad de Los Andes