¿Admirable?

Cardenal Baltazar Porras

La crónica menor

¿ADMIRABLE?

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo

1810-2010 dio inicio a una década bicentenaria ligada a los orígenes de la nacionalidad. Es justo recordar, conmemorar, celebrar estas fechas. Pero la historia no está al servicio de los intereses de quienes manejan los resortes del poder, sino al servicio de la verdad y de las lecciones que nos sirvan para el presente y el futuro. De nada sirve exaltar héroes, llenarnos de orgullo por haber expulsado a quienes nos oprimían, si ahora vivimos bajo las mismas o similares opresiones que no nos permiten levantar cabeza.

1813-2013 es un bicentenario complicado. La caída de la primera república (1811-1812) tuvo mucho que ver con los errores patriotas más que con la felonía del poder imperial hispano. Como lo dijo Bolívar, se construyó una república aérea, sin basamento. De que vale proclamar la igualdad y la libertad, llenarnos la boca con gritar que tenemos una constitución moderna y democrática, si la igualdad no era tal, pues la ciudadanía requería de saberes y riquezas al que no tenía acceso ni la décima parte de la población; y la libertad no iba acompañada de trabajo y progreso, sino de escasez y carestía. Era lógico que los blancos de orilla, los pardos, los indios y negros, se inclinaran por las cebollas de Egipto y no por las falaces promesas de los nuevos mesías.

Vueltos al dominio colonial, Bolívar por el occidente y Mariño por el oriente, casi al unísono y sin ponerse de acuerdo, inician movimientos militares conocidos como la Campaña Admirable y la Campaña de Oriente. La exacerbación de los ánimos, tanto en la dirigencia realista como en la patriota, desató los demonios de la sinrazón, dando pie a abusos, primero sobre vidas, destruyéndolas si no eran del mismo bando, y segundo, dando rienda suelta al saqueo como botín de guerra. El decreto de guerra a muerte de Bolívar, en Trujillo, en junio de 1813, le dio vigencia jurídica a lo que unos y otros venían haciendo desde mediados del año 1812. El resultado no podía ser otro: muerte de seres humanos y destrucción del aparato productivo. El caos se enseñoreó del país, dando rienda suelta a la peor y más larga de las guerras de independencia americana.

Celebrar la Campaña Admirable, y por qué no con igual esplendor la de Oriente, no puede ser sentirnos orgullosos de obtener éxitos de batalla en batalla. Así no se construyó la patria, sino se destruyó lo que podía ser base para una patria auténtica. No es la guerra, aunque a veces parezca inevitable, la que nos lleva a la convivencia, el progreso y la paz. Cuánto costó recuperar para Venezuela lo que se arrasó en una sola década de confrontaciones bélicas.

Lo admirable estará en que hoy día, a doscientos años, saquemos la lección: la paz y el progreso es producto del diálogo, del entendimiento, del sumar las capacidades y diferencias de todos los que vivimos bajo este cielo. De lo contrario, lo que estaríamos celebrando es la peor de las lecciones de 1813: la guerra a muerte y el pasar a cuchillo al que no sea de los nuestros.¡ Escojamos!

28.- 2-6-13 (3053)