Por: Frank Gavidia…
@FrankGavid1a
Hace poco, el 06 de agosto, celebramos con emoción el recuerdo imborrable de ese hombre que fue todo humanismo, todo bondad, todo inteligencia: Andrés Eloy Blanco. 122 años del natalicio del que acaso sea de uno de los venezolanos más universales. Vivió para que Venezuela fuese libre, sus versos son ejemplo de amores, alegrías, penas, paisajes, seducción, desencuentro, futuro, esperanza.
Siempre trabajó para demostrar lo mejor de sí. Para revelarse como un hombre aventajado a su época, dedicó su tiempo y reflexión a la lucha por la construcción de una Venezuela distinta, democrática, igualitaria, trabajadora. Una Venezuela mejor es su llamado. “…hay que echar por la borda lo agrio y lo espinado. Pongamos alegría en el trabajo. Sirvamos a la Patria con el gozo de servirla, no con el ímpetu de asustarla…”
Sirve a la Patria el que sonríe. Por eso siempre procuró hacer del humor un hecho irresistible para derribar barreras, para animar espíritus, para ayudar a sobrellevar la pena que a veces impone la historia. Acaso sea Andrés Eloy quien mejor ha sabido captar y encarnar el gentilicio venezolano, él es amable, inteligente, laborioso, esperanzado, como ha dicho Ramón Guillermo Aveledo ¿qué venezolano podría sentirlo lejano? “Su humanismo es puerta abierta de par en par. Al fresco patio de su casa se accede sin anunciarse. Y precisamente porque ‘Lucho sin odios y elevando la ausencia de rencor al rango de bandera’, por esfuerzo propio de toda una vida se ganó el derecho de pertenecernos a todos y no solo a sus legítimamente orgullosos compañeros de partido”.
Dentro de sus muchas facetas, la de poeta, escritor, orador, acaso destaque como parlamentario. Un gran tribuno de la república, fue presidente de la Asamblea Nacional Constituyente del 46, en la que se destacó por ser el “amortiguador de la constituyente”, en palabras del líder de la oposición de aquel entonces, Rafael Caldera.
Su poesía refleja sus inquietudes y sus convicciones, su forma de ser. “El hombre es fuerza que ama”, dice Andrés Eloy. Y el amó con entrega total a su patria. Uno de sus poemas más conocidos: “Píntame Angelitos negros”, se populariza gracias a una versión de bolero que surge del mismo, en la que, sin embargo, se obvia el dialogo inicial, que recuerda la lacerante realidad que hoy vive la Venezuela nuestra:
“—Ay, compadrito del alma,
¡Tan sano que estaba el negro!
Yo no le acataba el pliegue,
yo no le miraba el hueso;
como yo me enflaquecía,
lo medía con mi cuerpo,
se me iba poniendo flaco
como yo me iba poniendo.
se me murió mi negrito;
dios lo tendría dispuesto;
ya lo tendrá colocao
como angelito de Cielo”.
Esa es la realidad que hoy viven muchas madres venezolanas: “como yo me enflaquecía, / lo medía con mi cuerpo, / se me iba poniendo flaco/ como yo me iba poniendo”. Son muchos los angelitos negros.
Pero tal vez la grandeza de su humanismo la supo resumir en sus coloquios:
“Por mí, ni un odio, hijo mío,
ni un solo rencor por mí,
no derramar ni la sangre
que cabe en un colibrí,
ni andar cobrándole al hijo
la cuenta del padre ruin
y no olvidar que las hijas
del que me hiciera sufrir
para ti han de ser sagradas
como las hijas del Cid”.
Recordar a Andrés Eloy es deber ineludible de todos los venezolanos en esta hora difícil del país. Su ejemplo acaso sea la luz más clara, el cristal más transparente, para mirar los días del porvenir y la actitud que todos debemos afrontar frente a ello. Venezuela merece y reclama ser libre, como libre la soñó y luchó el poeta, Venezuela merece ser de todos los venezolanos, no de parcelas mezquinas, ni de grupúsculos revanchistas. Hay que ver el país con la grandeza de la bondad que lo vio Andrés Eloy, él es el mejor testimonio de lo grande e imperecedero que se puede ser. Un hombre que nació en Cumana, terminó en el Panteón Nacional y se albergo en el corazón de todo su pueblo. Y es como él enseña:
“Lo que hay que ser es mejor
y no decir que se es bueno
ni que se es malo,
lo que hay que hacer es amar lo libre en el ser humano,
lo que hay que hacer es saber,
alumbrarse ojos y manos
y corazón y cabeza
y después ir alumbrando”.